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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Así ataviado y con su faja de seda encarnada á la cintura y camisa fina con botones de plata, más parecía un chalán segoviano que un rústico de las montañas de Asturias. Y en verdad que no desmerecía su gallarda figura con el nuevo atavío; antes bien resaltaba. Iba tan suelto y airoso como si toda la vida lo llevase puesto.

Además, mi tío es muy sigiloso y no dirá nada á nadie. ¿No es verdad tío? Descuide V., señorita respondió el Comendador, encarándose con Doña Clara, que se puso más encarnada aún: nadie sabrá por quién ha inspirado el idilio, que es, por cierto, precioso. El Comendador advirtió que Clara se tranquilizaba, si bien no acertó, con la turbación, á pronunciar palabra alguna.

Te has olvidado aquí el dinero dijo alargándole otra vez la cartera. No me he olvidado. Es para también. ¿Para ? exclamó él poniéndose pálido. ¿No lo quieres? preguntó ella con timidez poniéndose encarnada. No; no lo quiero replicó él con firmeza. Clementina no se atrevió a insistir. Tomó de nuevo la cartera, sacó de ella los billetes y la volvió a entregar al joven.

Mamette, al entrar, había comenzado por hacerme una gran reverencia; pero el viejo la paralizó con cuatro palabras: Es amigo de Mauricio. Y he aquí que, al punto, tiembla, llora, pierde el pañuelo, se pone encarnada, muy roja, aún más roja que él. ¡Esos viejos! La única gota de sangre que tienen en las venas, se les sube a la cara a la más pequeña emoción.

Valentina se puso encarnada hasta las orejas, y dijo balbuceando: Mamá quiere los patrones... los del otro día... Deben de estar sobre el armario. No están sobre el armario, sino dentro respondió Venturita, sin inmutarse poco ni mucho. Y dirigiéndose a él, y abriendo un tirador, sacó un lío de papeles y se lo entregó. Aguarda un poco, Valentina dijo antes que saliese.

Marta notó perfectamente la alegría y el interés de su futuro hermano. Entre los tres pensamientos colocó tres claveles, uno rojo, otro de color de rosa y otro blanco. Después tomó algunas hojas de almoraduj y rosal, y ciñó con ellas el naciente ramo. En seguida colocó alrededor una faja de margaritas alternando los colores: encarnada, blanca, azul y jaspeada.

Los árabes, aficionados á simbolizarlo todo, decian que las cuerdas del laud representaban, la primera, que era amarilla, la bilis; la segunda, que era encarnada, la sangre; la tercera, blanca, la linfa; la cuarta, negra, los malos humores. Zaryab añadió una quinta cuerda entre la segunda y la tercera, que correspondia al alma. Véase Al-Makkarí, cap. IV, lib. Véase la nota 2, pág. 98.

Tenia su amante, como le tiene toda hermosa y gran princesa: entró un dia su padre en su aposento, y cogió al amante con el rostro encendido y los ojos que como dos carbunclos resplandecian, y la princesa tambien con la cara muy encarnada. Disgustó tanto al padre el rostro del mancebo, que le sacudió la mas enorme bofetada que hasta el dia se ha pegado en toda su provincia.

Ruégote no permitas que al cantor de mi hijo ENEAS le venza HOMERO. Acuérdate de la lira de VIRGILIO, que cantó nuestras glorias y moduló las quejas del amor desgraciado; sus dulcísimos y melancólicos versos conmueven el alma: él alabó la piedad, encarnada en el hijo de ANCHISES: sus combates no son menos bellos que los que se efectuaron á los pies de los muros troyanos; ENEAS es más grande y piadoso que el iracundo AQUILES: en fin, en mi sentir, VIRGILIO es muy superior al poeta de Chío. ¿No es verdad que él llena todas las cualidades que tu sagrada mente ha concebido?

Á estas palabras, que Marenval decía por primera vez delante de aquella madre desolada, la señora de Freneuse se irguió, se puso encarnada y dijo con repentina vivacidad: Marenval ¿qué significa esto? Jamás ha estado usted tan afirmativo... Hay más; yo acusaba á usted de no participar de nuestra ardiente convicción.

Palabra del Dia

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