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Actualizado: 16 de junio de 2025
Si dos hombres están concertados para que el uno dispare un tiro en el momento que otro le haga una seña con la mano, se podrá decir que si se hace la seña se disparará el tiro; pero nó que con la seña sola, haya todo lo suficiente para que se dispare el tiro. En efecto; supongamos que el que tiene el arma de fuego se duerme, la señal se repetirá muchas veces, pero el tiro no saldrá.
Dejemos en paz sus lenguas, hija mía; no despertemos al gato que duerme... murmuró la abuela sonriendo. Y no quiso oír nada más. Es obstinada la abuela... No le gustan las solteronas y no consiente en escuchar nada en su favor. Por fortuna, estoy aquí yo para rehabilitarlas en mi propia mente. 16 de octubre.
El Casino, que es como si dijéramos todo San Sebastián, ha cerrado ya sus puertas. No queda ni un solo establecimiento abierto. Los serenos, únicos transeúntes de la ciudad, marcan lentamente sus pasos en el silencio profundo. San Sebastián duerme. Desde mi balcón, sin embargo, en el hotel de enfrente, yo veo una ventana iluminada.
Duerme, duerme, ciudad: duerme tranquila tu tranquilo sueño. No quieras oir otra vez tus espantosos infortunios: no quieras recordar de nuevo tan sangrienta historia. Se estremecen de horror hasta los que la leen en el silencio de sus corazones: ¿qué no sufrirías tú que tienes aun impresa en tu cuerpo la roja huella de los que á la sazon le precipitaron al fondo de un abismo?
En efecto, el sonido sordo y tardío de este vocablo, suministra la idea exacta de un entendimiento que se despereza, que abre la boca con trabajo, que balbucea un nombre con la lentitud ébria del que se duerme: en el sonido de la palabra tonto hay algo parecido al de la de sapo, y esta única relacion es más que suficiente para darla una propiedad y una fuerza admirables.
Y el pobre Joaquín, ¡qué profundamente duerme! ¡Buena falta le hace! ¡Cuánto has padecido estos días, desgraciado mártir de la sociedad! Tienes mala cabeza, pero eres bueno. Has gozado mucho, demasiado quizás, y ahora lo estás pagando. Los muy felices tienen que pagar su felicidad con desgracias, y viceversa. Y, no me digan que soy mala. Yo no soy mala.
Pues debe de estar ahora más pobre que una rata, porque las noches se las pasa... ¿Dónde? En los palacios encantados de la señá Bernarda, calle de Mediodía Grande... la casa de dormir, ¿sabe? ¿Qué me cuentas? Ese Ponte duerme allí cuando tiene los tres reales que cuesta la cama, en el dormitorio de primera. Tú estás trastornada, Benina. Le he visto, señora. La Bernarda es amiga mía.
Pero, ¿qué ha sido? preguntó sin bajar la voz lo suficiente, olvidándose del sueño de su esposa, pensando cosas muy extrañas. No grite usted, hombre dijo la alemana muy severamente. Bonis acercó el rostro al de su mujer. Duerme dijo Körner. ¡Dios lo sabe! pensó Bonis.
Miranda se bajó a facturar el equipaje, y me dijo que descansase un rato, que procurase dormir.... ¡Y lo ha procurado usted bien! murmuró con una media sonrisa el viajero . Duerme usted desde allá... cinco horas seguidas, de un tirón.... Pero... es que ayer madrugué tanto.... Estaba rendida. Y Lucía se frotó los ojos, cual si otra vez sintiese en ellos la comezón del sueño.
La señora de Hermany se ruborizó; después, mirándole de frente con aire de niña en su primera comunión: ¿Y por qué «Agua que duerme»? Por nada... es un nombre indio. Y yo, señor, ¿tengo también un apodo? preguntó Juana sonriendo. ¿Vos? dijo. Fijó en ella la mirada, saludola ligeramente y añadió en tono serio: ¡No!
Palabra del Dia
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