United States or Dominican Republic ? Vote for the TOP Country of the Week !


Estudiado Paris en esta tendencia, no parece un pueblo oriundo de los latinos, herederos, como Atenas, de la esclavitud de la mujer asiática. Así sucede que la mujer francesa, desarrollada en todas las faces de la vida social, tiene un aire de dignidad, de fuerza, de albedrío, y un grado de despejo y de inteligencia que nos maravilla.

El amor de los placeres se neutraliza con el amor de la propia dignidad; el exceso del orgullo se templa con el temor de hacerse aborrecible, la vanidad se modera por el miedo al ridículo; la pereza se estimula con el deseo de la gloria; la ira se enfrena por no parecer descompuesto; la sed de venganza se mitiga ó extingue, con la dicha y la honra que resultan de ser generoso.

Yo le aconsejo que sea usted muy amable con todos, muy fina, muy cortés; pero en cuanto se propase alguno, revístase de dignidad, y vuélvase más fría que el mármol, y desdeñosa como una reina. Eso mismo he pensado yo, y lo pienso a todas horas.

¡Señora! exclamó con el acento de la dignidad ofendida doña Clara. Pues bien, léelas. ¡Ah, no; no, señora! dijo la joven rechazando con respeto las cartas que le mostraba la reina. Te mando que las leas dijo con acento de dulce autoridad Margarita de Austria. Doña Clara tomó cuatro cartas que le entregaba la reina, abrió una y se puso á leerla en silencio. Lee alto dijo la reina.

Tragomer apoyó la mano en el hombro de su amigo. Tienes dos meses delante de ti para entrar de nuevo en posesión de ti mismo. Nuestro viaje va á ser por eso convenientísimo. Poco á poco volverás á tus costumbres de dignidad y cuando llegues á Europa serás el Jacobo de otro tiempo. Por la frente de Freneuse pasó una sombra. ¡Jamás!, dijo. El Jacobo de otro tiempo ha muerto.

El conde arrojó el cigarro sin acabar con una cólera mezclada de despecho. El amor propio, más vivaz que el amor, hacíale sentir su aguijón. ¿Se habría burlado de él? ¿Se le habría impuesto por una falsa dignidad y un pudor afectado, hasta el punto de obligarle a ofrecerle su nombre, siendo acaso indigna de él, y conservando la careta hasta el fin para robarle su estima y su respeto?

No si fue un sentimiento de noble dignidad, o por el contrario un vano y pueril orgullo, lo que me impulsó a contestar con entereza, afectando no sólo conformidad sino indiferencia ante el golpe recibido. Señora condesa dije , comprendo mi inferioridad. Hace tiempo que pensaba en esto, y nada me asombra.

Para usted es una vileza lo que para sería un acto noble y generoso, propio de un imitador de Cristo. No nos entendemos en lo que se refiere a lo que es dignidad o indignidad... Lo siento por usted, padre repuso el mayorazgo, tendiéndole la mano. Y yo por usted, D. Álvaro. Buenas noches.

¡Ah! exclamó el rey... vuestra dignidad... no vuestro amor... ¡Mi amor! No lo merecéis. ¡Señora! Hablo á mi esposo, al hombre, no al rey... vos no habéis penetrado como rey en medio de vuestra servidumbre, con la frente alta, mandando; habéis entrado como quien burla, por una puerta oculta que yo no conocía. ¿Quién os obliga á ocultaros en vuestra casa?

El antiguo millonario sobrellevaba con dignidad su desgracia. Era un hombre de cincuenta años, más bien bajo que alto, la nariz aguileña y la barba canosa. En medio de una existencia ruda conservaba su primitiva educación. Sus maneras delataban á la persona nacida en un ambiente social muy superior al que ahora le rodeaba.