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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Después tomó al joven por el brazo, y atrayéndole suavemente, dijo: Vamos, no entraremos más en este sepulcro. Usted no debe salir, no puede salir. ¿Qué dirán esas señoras? Cálmese usted, por Dios, y reflexione.... Vamos. ¿Adonde hemos de ir? ¡Los dos! ¿No ve usted que eso es imposible? ¿Para qué? ¿Para qué nos vamos juntos? Al oír esto, la devota se conmovió de pies á cabeza.

Al fin pudo proferir estas palabras: Ven ... oye ... vamos.... ¡Jamás, señora, jamás! exclamó el joven, dirigiéndose hacia la puerta. La devota inclinó la cabeza, agitó los brazos, soltando la caja; se doblegó después de vacilar un momento, retrocediendo y avanzando; dió un grito y cayó al suelo.

La Marquesa tenía a su esposo por un grandísimo majadero, condición que ella creía casi universal en los maridos. Ella que era liberal. Muy devota, pero muy liberal, porque lo uno no quita lo otro.

Y lo peor del caso era que cuando, a las cuatro de la tarde, volvió al Gran Hôtel rendido y desalentado por no haber podido enseñar más que a las dos terceras partes de la colonia española la babucha apócrifa de la cadina, encontróse con que la trágica historia tenía una segunda parte, interesantísima también, pero pía, devota, sentimental, romántica, en que cabía a su persona no sólo el papel del cronista, sino el de agente poderoso, de intercesor eficacísimo, de ama de llaves de la Providencia, que hubiera dicho Diógenes, en el bello final de aquel drama que comenzaba su acción en las barbas del Sultán e iba a terminarse bajo el manteo del padre Cifuentes.

Clara tembló, porque creía que la devota la iba á reprender duramente, como de costumbre, por su equivocación, pero ¿cuál fué su asombro al ver que la santa desplegó suavemente los labios, se sonrió con una expansión inefable, que nadie, absolutamente nadie, había observado jamás en aquella casa, y acabó por reír con franqueza y desahogo, cosa fenomenal y nunca vista en tan ejemplar mujer?

En la gran nave central del trascoro había muy pocos fieles, esparcidos a mucha distancia; en las capillas laterales, abiertas en los gruesos muros, sumidas en las sombras, se veía apenas grupos de mujeres arrodilladas o sentadas sobre los pies, rodeando los confesonarios. Aquí y allí se oía el leve rumor de la plática secreta de un sacerdote y una devota en el tribunal de la penitencia.

«En el año de 1402, sobre una de las colinas que se elevan al Norte del actual convento, alzábase una pequeña ermita, llamada del Salvador, á la cual iban anualmente, en alegre y devota romería, los pueblos comarcanos.

El resplandor daba de lleno en el rostro del joven: en la sombra quedaban Clara y la devota, y los ojos negros, profundamente negros de ésta, brillaban en el fondo sombrío de la sala con vivacidad felina.

Era la voz de Clara, que preguntaba ó contestaba no sabemos qué cosa á la devota. El joven apresuró el paso para huir de aquella voz que no quería oír más. #Virgo fidelis#. Lázaro no encontró arriba á su tío. Estaba el infeliz mancebo sumamente impresionado por el incidente ocurrido, y no cabía en de cólera, de amargura, de sobresalto.

Mi gozo sería verla casada con un hombre bueno, pero ella no quiere separarse de . Le atrae la iglesia, y éste es mi miedo. No lo extrañes, Tomasa; yo, príncipe de la Iglesia, tiemblo al ver cómo se entrega a la devoción, y hago cuanto puedo por desviarla. Me gusta la mujer religiosa, no la devota que sólo se encuentra bien en la iglesia. La mujer debe vivir, debe gozar y ser madre.

Palabra del Dia

bagani

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