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Actualizado: 16 de julio de 2025


Entró una señora principal que le llamó ingrato... La señora se reía de ... ¡Qué hora, Dios mío, qué hora!... La señora dijo que yo era la más piadosa y devota señorita de todo Cádiz, y luego me rogó que encomendase a lord Gray a Dios en mis oraciones... La vergüenza me inflamaba, y busqué un cuchillo para matarme... Después...

Detesto a las mujeres que lloran. Elena no está siempre llorando, y hasta tiene una risa fresca como un manantial de agua pura. Si yo tuviera una hija desearía que fuera como ella. Y devota, ¿no es verdad? Eso , lo es bastante... ¡Vamos allá! Todo eso está muy bien, muy bien. Era lo que hacía falta en mi casa.

Así es que Doña Blanca percibía vivamente la presión que había ejercido sobre el alma de su hija, que, sin querer, acaso la había hecho infeliz, y que su hija iba á encerrarse en un convento, no devota, sino desesperada.

No, no lo puedo creer; no es cierto. -, señora; es cierto. Yo no puedo estar en esta casa ni un día más. Adiós, señora. Lázaro murmuró la devota, asiéndose al brazo derecho del joven como un náufrago que encuentra una tabla en momentos desesperados. ¡Usted se va ... se va! Y yo me quedo aquí para siempre. ¡Oh!, quiero morirme mil veces primero. El joven estaba confundido.

La devota doña Elvira se enorgullecía de los títulos nobiliarios del hermano, pero despreciaba al hombre por sus calaveradas, que daban triste celebridad al noble apellido de Torreroel. El señor Fermín, influido por sus antiguos respetos a las jerarquías históricas, admiraba a aquel noble y alegre vividor.

Esta actitud de Leocadia, su exigencia, descaradamente manifestada, y aquel despego junto con el afán de salir, hicieron sospechar a Pepe que la manía devota fuese encubridora de próximos y mayores males.

Al llegar a la puerta se volvió, echó una nueva mirada penetrante a la mesa, y dijo: Quite usted esas flores con perfume que están cerca del puesto de la señora marquesa de Alcudia y cacámbielasor camelias u otras que no lo tengan. La devota marquesa no podía sufrir los aromas a causa de sus frecuentes neuralgias.

Llegó a la sacristía y encontró al Arcipreste, al ilustre Ripamilán, disputando como si se tratara de un asalto de esgrima, con aspavientos y manotadas al aire; su contendiente era el Arcediano, el señor Mourelo, que con más calma y sonriendo, sostenía que la Regenta o no era devota de buena ley, o no debía haber ido al teatro en noche de Todos los Santos.

La forma aquella, que sin duda era de mujer, avanzó, destacándose en la obscuridad. Venía cubierto de una cosa enteramente blanca, que la hacía más fantástica, y el reflejo de la luna parecía despedir de cierta luz misteriosa. Cuando estuvo cerca, Lázaro la reconoció: era la devota cuyo semblante traía las señales del insomnio y la fiebre. ¡Lázaro! dijo con voz muy débil y muy conmovida.

"Yo, dice una devota, tengo tanta y experiencia en San Ramón, que cuanto por su medio he pedido a Dios, todo me lo ha concedido, y por la verdad, juro y firmo lo dicho."

Palabra del Dia

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