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Actualizado: 15 de junio de 2025
Los calomelanos y revulsivos no daban resultado alguno. Tenía el pobre niño las piernas abrasadas á sinapismos, y la cabeza hecha una lástima con las embrocaciones para obtener la erupción artificial. Cuando Rufina le cortó el pelito por la tarde, con objeto de despejar el cráneo, Torquemada oía los tijeretazos como si se los dieran á él en el corazón.
Mandó Sancho despejar la sala, y que no quedasen en ella sino el mayordomo y el maestresala, y los demás y el médico se fueron; y luego el secretario leyó la carta, que así decía: A mi noticia ha llegado, señor don Sancho Panza, que unos enemigos míos y desa ínsula la han de dar un asalto furioso, no sé qué noche; conviene velar y estar alerta, porque no le tomen desapercebido.
Mandaré despejar las tribunas... ¡A votar, a votar! ¿Votos a mí? ¿Queréis saber con qué poderes gobierno? Ahí los tenéis: se cargan por la culata. He aquí mis votos: me los ha fabricado Krupp... Pero ¿qué ruido es este?¿Quién corretea en mi cerebro? ¡Eh!, ¿quién anda arriba?... Ya, ya; es la gota de mercurio, que se ha salido de su gaveta...».
Suplicó Sancho al duque que le dejasen la ropa y mitra, que las quería llevar a su tierra, por señal y memoria de aquel nunca visto suceso. La duquesa respondió que sí dejarían, que ya sabía él cuán grande amiga suya era. Mandó el duque despejar el patio, y que todos se recogiesen a sus estancias, y que a don Quijote y a Sancho los llevasen a las que ellos ya se sabían.
Miróle el tío Frasquito extrañado, y la curiosidad, que es la fuerza de resistencia más sufrida que se conoce, le clavó en el asiento... Quizá iba a despejar la X misteriosa que se debatía aquella misma tarde en la terraza del Grand Hôtel, la incógnita que representaba la presencia intempestiva de Jacobo en París, abandonando su Embajada de Constantinopla.
Volviendo a lo que importa y dejándonos de escarbar tan adentro, porque, si a eso fuéramos, sabe Dios qué cosas se hallarían en el alma de muchos que creen tenerla como los ampos de la nieve, digo que la transformación de la marquesa después de llevar a Francia por última vez a su hija fue tan de veras, que no se contentó con deshacer sus tertulias y despejar la casa de gentes nocivas a la buena moral, sino que, en cuanto la puso en orden, se consagró a orearla y a limpiarla de todo rastro de impurezas.
En fin, aunque el Comendador y Lucía no se hubieran dado, ni hubieran querido darse cuenta de lo que les pasaba, Clara y D. Carlos les hubieran hecho reflexionar, pensar en ellos mismos y despejar la incógnita. El Comendador y Lucía, á pesar de la diferencia de edad, estaban perdidamente enamorados el uno del otro.
El júbilo, la alegría nerviosa que comunica la esperanza del placer, brillaba en todos los ojos. Al fin los alguaciles salieron a despejar, y los aficionados del redondel se fueron retirando hasta dejarlo enteramente libre. Enrique y Miguel, que habían estado en los patios interiores hablando un momento con el Cigarrero y su cuadrilla, también fueron a ocupar los respectivos asientos.
Mas Cándida, con aquella autoridad de que sabía revestirse en toda ocasión grave, mandó despejar una de las claraboyas para que tomaran libre posesión de ella las niñas de Tellería, Lantigua y Bringas. ¡Demontre de señora! Amenazó con poner en la calle a toda la gente forastera si no se la obedecía. Curioso espectáculo era el del Salón de Columnas visto desde el techo.
También mandó Guillermina despejar la habitación y que se apagaran las luces. Entre la mucha gente que había entrado, veíanse dos mujeres muy bien vestidas a la chulesca, con mantón color café con leche, delantal azul, falda de tartán, pañuelos de color chillón a la cabeza, el peinado rematado en quiquiriquí con peina de bolas, el calzado de la más perfecta hechura y ajuste.
Palabra del Dia
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