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Actualizado: 14 de junio de 2025
Suplicó Sancho al duque que le dejasen la ropa y mitra, que las quería llevar a su tierra, por señal y memoria de aquel nunca visto suceso. La duquesa respondió que sí dejarían, que ya sabía él cuán grande amiga suya era. Mandó el duque despejar el patio, y que todos se recogiesen a sus estancias, y que a don Quijote y a Sancho los llevasen a las que ellos ya se sabían.
Más adelante, cuando recogiesen las cosechas, prendería fuego a los pajares, incendiaría los cortijos, envenenaría los ganados de las dehesas. Los que estaban en la cárcel, esperando el momento del suplicio, Juanón, el Maestrico y los otros desgraciados que morirían en garrote, iban a tener un vengador.
Poco después vino el cacique, que al punto hizo retirar á los suyos y ordenó que recogiesen las armas que los nuestros, en señal de paz, habían puesto en el suelo.
Y este indio, como los viese, sentóse en el suelo y hizo que se pasaba á atar cierta atadura de sus zapatos, la cual disimulacion era seña y aviso para sus compañeros que detras dél venian; al cual, como le viesen en la manera que habeis oido, de uno en otro volvió la nueva á los dos señores que detras dellos venian, los cuales, como entendieron que era emboscada, mandaron á todos los suyos que se recogiesen é juntasen allí do la voz les habia tomado, excepto á los cincuenta que delante habian salido; á los cuales mandaron que se anduviesen por allí mirando é descubriendo á los que estaban en la emboscada si salian ó pasaban delante, y avisasen al que ataba los zapatos, llegando un indio bajamente á él, el cual le dijese que mostrase que ataba y desataba sus zapatos y otras cosas de su traer, con lo cual mostrase disimulacion de lo que allí entendia.
Muertos casi todos los oficiales que se habían alojado en el castillo. Su Excelencia tenía la mandíbula arrancada por un casco de obús. Lo había visto en el suelo rugiendo de dolor, sacándose del pecho un retrato que intentaba besar con su boca rota. El tenía el vientre destrozado por el mismo obús. Había estado cuarenta y dos horas en el campo sin que lo recogiesen...
Tiénese por cierto que Andronico quisiera sacudirse el yugo de Genoveses si pudiera con seguridad, pero era difícil por tener ellos el poder dividido para que se pudiera oprimir á un tiempo, y si consintiera que los de Constantinopla perecieran, fuera irritar las otras fuerzas que quedaban enteras; y así con ruegos y promesas pidió á los Capitanes que recogiesen y retirasen los suyos, y George Pachimerio refiere, que mandó Andronico á Estéban Marzala gran Drungario y Almirante, que fuese á quietar el tumulto, y apaciguar las partes, y que fúe muerto y despedazado.
Difundióse la novedad al instante en toda la villa, y consternó de tal suerte los ánimos, que Orellana llegó á recelar intentasen abandonarlo sus tropas: de modo que se vió precisado á tomar las mayores precauciones para evitarlo, y á la mañana siguiente; aunque por la parte de Lampa no faltaban justos recelos de nuevo ataque, hizo marchar á Chucuito tres compañias de caballeria, con el fin de indagar la situacion de los indios, y que penetrasen hasta la misma ciudad, si se hallaba desembarazado el camino, pero con la órden de no empeñarse en funcion alguna, sino que unicamente apoyasen la retirada de los oficiales y soldados que habian quedado, y tambien que recogiesen los miserables españoles de aquel vecindario, y procurasen libertarlos del furor de los indios rebeldes.
Y mezclando los gritos del país con los que habían aprendido en las plazas de toros, arrojaban más allá de la cuerda sus boinas y sus carteras, pero llamando en seguida á los chicuelos para que las recogiesen.
Mandó que dentro de ellas se recogiesen los frutos de toda las campañas, para asegurarse del daño que podia causar la falta de ellos, y dexar al enemigo la tierra de manera que no se pudiese mantener de lo que en ella quedaba. Mandó tambien que desde Cristopol hasta el monte vecino se levantase una muralla, para impedirles la vuelta de Thracia.
Acabaron de cenar, levantaron los manteles, y, en tanto que la ventera, su hija y Maritornes aderezaban el camaranchón de don Quijote de la Mancha, donde habían determinado que aquella noche las mujeres solas en él se recogiesen, don Fernando rogó al cautivo les contase el discurso de su vida, porque no podría ser sino que fuese peregrino y gustoso, según las muestras que había comenzado a dar, viniendo en compañía de Zoraida.
Palabra del Dia
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