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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Isidorito había amado a la señorita de Morí desde que tuvo conocimiento de lo que eran dotes y bienes parafernales, asombrando después por su fidelidad a toda la villa. Aquella pasión había hecho presa de tal suerte en su alma, que jamás se le vio cruzar la palabra ni dirigir una mirada incendiaria a otra mujer que no fuese la citada señorita.

Y los dos se lanzaron a la caza de Carmencita, oteando febriles como dos canes buscones. No la encontraban. Andrés se iba impacientando. Para animarle, Narcisa le sirvió una incendiaria copa de ron. Luego que la hubo apurado de un trago valiente, dijo Andrés: ¡Otra!... Y la terrible señorita se la volvió a llenar. Todavía Andrés presentó la mano extendida, insistiendo: ¡Más!

La mujer hasta los treinta años, constantemente está alerta, á la primera palabra que se cruza con un individuo del sexo opuesto, se pone en guardia; si no le agrada contrae las cejas y su contestación fría y displicente le dice atrás paisano, siguiendo imperturbable su camino; si por el contrario le agrada, entonces el disimulo es imposible, en este caso procede una proclama incendiaria y el motín es casi seguro.

Más adelante, cuando recogiesen las cosechas, prendería fuego a los pajares, incendiaría los cortijos, envenenaría los ganados de las dehesas. Los que estaban en la cárcel, esperando el momento del suplicio, Juanón, el Maestrico y los otros desgraciados que morirían en garrote, iban a tener un vengador.

La morada del cacique y las vecinas viviendas de los indios principales, son sólo incendiaria tea a cuyo contacto el bosque se inflama en gigante hoguera, de la victoria de España solemnizando la fiesta; pero pronto aquella lumbre, breves momentos risueña, lo mismo que de las hojas hace del placer pavesas, y es antorcha funeraria que alumbra con llama tétrica, la realidad espantosa de las humanas miserias...!

A cada paso descubríamos casas ruinosas, con todo el aspecto de deshabitadas, y amplios solares de otras que se han hundido. Abundan las de piedra renegrida por el tiempo, y aun hay que contar las que habrán derribado los siglos y las revoluciones..... De los desastres causados por la tea incendiaria de Ronquillo y de Fonseca, nótanse por doquier horribles vestigios.

Sentado sobre aquel cañón, y rodeado de aquellos restos, supe pasaba muchas horas el matandá. Las negruzcas ruinas del baluarte de Cotta, y su inválido cañón, claramente demostraban que por allí había pasado la tea incendiaria de la piratería morisca.

Palabra del Dia

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