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Actualizado: 3 de junio de 2025
En resolución, no hay más sino que vos procuréis nombrar estos nombres, o tocar estas historias en la vuestra, que aquí he dicho, y dejadme a mí el cargo de poner las anotaciones y acotaciones; que yo os voto a tal de llenaros las márgenes y de gastar cuatro pliegos en el fin del libro. »Vengamos ahora a la citación de los autores que los otros libros tienen, que en el vuestro os faltan.
¡Mamá! ¡Mamá!... Un coro de voces infantiles estallaba en el interior de la casa, como si implorase socorro. ¡Callad, demonios! Dejadme en paz. Es imposible tener un rato de tranquilidad en esta casa. Y después de imponer silencio con voz amenazante, Eva reanudaba el curso de sus meditaciones.
¡Soñar! ¡Vivir! ¡Soñar allí a la sombra, con la vista clavada en el celaje, que cuanto se contempla y aun se nombra es filipino todo en el paisaje...! Eso es soñar triunfando de la pena y mover con la fe hasta las montañas. ¡Oh, dejadme soñar en mi hada buena a la sombra piadosa de las cañas...!
Hasta entonces dejadme solo. Tristán le miró con asombro. Pero ¿qué piensas hacer? Nada. ¿No quieres castigar a ese miserable? No. Entonces voy yo a provocarle. Nada. No hagas nada, Tristán. En este mundo todo es nada, ¡nada, nada!
Sosiégate; tu marido está fuera... Idos, muchachas añadió, dirigiéndose á las dos amigas. Dejadme solo con la enferma, á ver si logro que se sosiegue. Clara y Lucía, como si estuviesen allí clavadas, no se movieron. Doña Blanca prosiguió: Ten valor y mátame. Tu honra lo exige. Es necesario que mates también al Comendador. Está condenado. Se irá al infierno y me llevará consigo.
Protesto dijo con la mayor energía contra las acusaciones lanzadas á mi patria, á la noble capital de Aragón, por ese señor, cuyo nombre no sé ... ni quiero saberlo. Desobedecerlo gritaron varias voces. Señores, dejadme continuar. ¡Que siga, que siga!
Ofrecieron a Romagné una pensión de ochenta francos mensuales, pero el auvernés respondió con desprecio, rascándose la oreja: ¿Ochenta francos nada menos? ¡Para eso no valía la pena que me arrancaseis de la calle de Sèvres! Allí ganaba tres francos y medio diarios, y enviaba dinero a mi familia. Dejadme trabajar en los espejos, o dadme tres francos y medio.
Marta unió las manos y dijo con voz suplicante, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas: ¡Ah, señora! comprendo vuestra justa cólera, pero dejadme explicaros cómo sucedió esa desgracia. Quizá veais en mis palabras una razón para no ser inexorable con vuestra pobre e inocente sirvienta... No os andéis con tantas vueltas, os digo. Yo llevé con vuestro permiso a la señorita a casa del guarda.
Permaneced a su lado hasta que yo os llame. Diré que ya ha partido. Dejadme hacer; fiad en mí. Vuestros enemigos se marcharán del castillo sin haber descubierto nada. Entonces, llevaréis a la loca a Francia. Pero, ¡Dios mío! ¡qué indeciso y consternado estáis! Tomó al intendente por los hombros, lo empujó fuera de la puerta y lo miró salir y subir hasta que desapareció en el pasillo.
Ahora, como decíais muy bien hace un instante, tenemos delante de nosotros dos meses para reflexionar. No hablemos ya de nada; dejadme volver á entrar en la vida libre en medio de vosotros. Tengo necesidad de reponerme física y moralmente, para estar á la altura de lo que podéis esperar de mí. El puente estaba oscuro.
Palabra del Dia
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