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Actualizado: 3 de junio de 2025


" Por cierto respondió Policarpo , agraciado joven, que vos pedís lo que queréis con tanta gracia y cortesía, que sería cosa injusta el negároslo. Honrad mis fiestas en lo que quisiéredes; dejadme a el cargo de premiároslo: que, según vuestra gallarda presencia muestra, poca esperanza dejáis a ninguno de alcanzar los primeros premios.

A este hombre llegó el lacayo conductor del joven, que había quedado á poca distancia, y le dijo: ¡Señor Francisco Montiño!... ¡En, dejadme en paz!, no os toca á vos dijo el señor Francisco tomando una fuente de plata con un capón asado y dándole á otro lacayo. Perdone vuesa merced, pero no es eso; vuestro sobrino...

Pues bien, entonces, dejadme hacer el pedido en vuestro lugar, si no tenéis valor para hacerlo vos mismo, y asunto concluido. No es probable que Lammeter vea con malos ojos que su hija se case en mi familia, me parece. En cuanto a la linda muchacha, no ha querido aceptar a su primo y no veo que otro pretendiente hubiera podido soplaros la dama.

Bueno, ahora dejadme calentar un poco, que estoy aterida dijo sentándose al lado de la chimenea, tan cerca que, por milagro, no ardía. Se tostó por delante y por detrás, en tal forma, que, cuando Rafael fué a coger la silla, quemaba. ¡Qué atrocidad! Mirad, chicos, cómo ha dejado Amparo la silla. Todos pusieron las manos sobre ella y se admiraron. ¡Cómo tendrá esa mujer el cuerpo!

El obispo de Córdoba apuraba en vano sus instancias aun presentándole á cada palabra el nombre de su madre, pero ya cansada de escuchar desobedeció la órden y los ruegos de este, y preparándose á salir: «Dejadme, dijo, es un deber sagrado el que no me detenga á nada en este viageEntonces el obispo mandó á cerrar la puerta, dejando de la parte de dentro á la desgraciada Doña Juana.

VOCES ROMANAS. ¡A las armas, ciudadanos! ¡Defended a nuestras mujeres! ¡A las armas! Dejadme hablar a Marcio. UNA VOZ TÍMIDA. ¿Eres , Proserpinita querida? PROSERPINA. , soy yo, amigo mío. ¿Cómo te va?... Venid aquí, Marcio. No temáis nada. ¿Os habéis percatado de que ni Cleopatra, ni yo, ni ninguna de las demás mujeres, queremos irnos con vosotros? Creo que está bien claro. MARCIO. ¡Cómo!

¡Oh, qué Angel de la Guarda nos ha salvado! exclamó la reina. Un milagro de Dios, señora dijo el padre Aliaga. ; , Dios se vale de los hombres... pero dejadme sola, fray Luis, tengo sospechas... quiero averiguar... al salir, decid á la condesa de Lemos que entre. El padre Aliaga se levantó, besó la mano que le tendió Margarita, sin atreverse á posar demasiado los labios sobre ella, y salió.

¿Y no encontraremos en tierra tribus hostiles? La Nueva Guinea es grande, Cornelio, y no está muy poblada. No es probable que tropecemos con enemigos. ¿Se nos acercan, Horn? Creo que no respondió el piloto, que no perdía de vista las piraguas . Corren mucho; pero no nos ganan terreno por ahora. ¡Vosotros atended a las velas, y dejadme a el cuidado de dirigir la chalupa!

Hasta que me demuestren que tienen el derecho de quitármela, la guardaré dijo Marner . La madre ha muerto y supongo que no tiene padre: está sola en el mundo. Mi plata se fue a dar no dónde... No nada... Casi ni dónde estoy. ¡Pobre criatura! dijo Godfrey . Dejadme que os algo para comprarle ropas. Acababa de llevarse la mano al bolsillo y de sacar media guinea.

En esta aventura de aventuras, ha llovido de todo. Así estoy yo de calado; el agua me llega ya á las narices, y á poco más me ahogo. Pero dadme licencia para que escriba, que os lo afirmo, importa. No tiene trazas de dejar de llover, y como no quiero morir ahogado de este diluvio, dejadme que fabrique mi barca. Y esa barca... Ha de serlo una carta.

Palabra del Dia

rigoleto

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