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Actualizado: 14 de junio de 2025
Alegrose de esto, en que no pudo menos de reparar, Cervantes; que él creía, y no sin razón, que por más que doña Guiomar hubiese dado muestras, enviando primero a Florela en busca suya, y lanzándose después, sin algún miramiento, en un lugar tan indigno de ella como el bodegón de la tía Zarandaja, del encendido amor que le tenía, que este amor era de dificilísimo logro; que podía ser muy bien que, estando aun en los principios de aquel amor, por grande que él fuese, de los principios no pasase; antes bien, con la reflexión se amenguase y desapareciese; sobre todo, que cuando en mucho se aprecia una cosa, viene a parecer imposible, y tanto cuanto más imposible se la cree, tanto más empeño en ella se pone, y tanto más se estima aquello que puede ayudarnos al logro de la victoria; y que los celos de una parte, y la vanidad femenil de otra, son los mejores amigos de un enamorado para ayudarle a vencer su hermoso y anhelado imposible, sábelo todo el mundo; y sabíalo mejor que otros Cervantes, que en esto de conocer las cosas del mundo era graduado in utroque, como lo muestra claramente la gran perspicacia que acerca de la vida y de sus sentimientos ha patentizado en sus inmortales escritos: por lo mismo, y para estimular más los ansiosos celos de doña Guiomar, miró tiernamente, y como con codicia, a Margarita, puesto que por ella no sintiese otra cosa que una caritativa voluntad y una afición honesta, que podía muy bien compararse con el amor de un hermano; que muy reciente estaba la herida que en su pecho habían abierto las grandes perfecciones de la hermosa indiana, y harto encendido el volcán de sus amorosas ansias por ella, para que otra mujer, siquiera fuese un trasunto de belleza, pudiese curarla ni apagarle.
PANTOJA. Ángel de todos, de Dios principalmente. Convéncete de que has caído en buenas manos, y déjate, hija de mi alma, déjate criar en la virtud, en la pureza. Bueno, señor: purifíquenme. ¿Pero soy yo mala? PANTOJA. Podrías llegar a serlo. Prevenirse contra la enfermedad es más cuerdo y más fácil que curarla después que invade el organismo. ELECTRA. ¡Ay de mí! PANTOJA. ¿Por qué suspiras así?
No hay sino un sacerdote que ha visto esa lepra asquerosa del ateismo y quiere curarla. ¿Lo oye Vd., madre? Si Vd. no me ayuda, lo haré yo solo... lo intentaré yo solo; y si no puedo lograrlo, se lo diré a todos ustedes, cara a cara, sacudiré en la puerta el polvo de mis zapatos, como los patriarcas de Israel cuando salían de la casa de los impíos, y no volverán ustedes a verme nunca.
Puesto que la señorita Guichard se daba cuenta de su estado, todavía era posible curarla. Si se la dejaba entregada á sí misma, los irresistibles impulsos de su carácter batallador la arrojarían á cometer excesos que serían causa de cuidados y penas para Mauricio y Herminia. Era preciso á toda costa apoderarse de ella.
Nada pudo distraerla, ni curarla de este amor que la consumía. El señor de Lavardens murió en 1869, dejando un hijo de catorce años, en el cual despuntaban ya todos los defectos y calidades de su padre. Sin estar seriamente comprometida, la fortuna de madama de Lavardens había disminuido considerablemente.
La única determinación firme que nacía de todo ello era la de despedir a Arturito, que ya le parecía insufrible. Pero Rafaela era la bondad misma y, antes de hacer la herida que consideraba indispensable hacer, preparaba bálsamos para curarla.
Es un ángel, mi ángel guardián. ¿Qué es necesario hacer para curarla? Dígamelo y obedeceré como un esclavo. Señor duque, lo que necesita la señora duquesa es una vida tranquila y fácil, sin emociones, y, sobre todo, sin privaciones; un régimen suave, alimentos escogidos y variados, una casa cómoda, un buen coche...
En la segunda fase de aquella etapa de su vida, todo era esperanzas: habíanle trazado con sombrías tintas el plano de la revuelta arena del mundo. «Aquí abajo no hay, le dijeron, sino males y perfidias; pero tú serás de los que tienen por misión encadenar el dolor a la esperanza de la dicha.» A pesar de no considerar completos los ejemplos que se le ofrecían, todo lo que aprendía, sus vigilias y desvelos, cuanto intelectualmente se asimilaba, venía a compendiarse en una palabra de amor divino, que le hubiera hecho fijar los labios en la escrófula del enfermo, si esto bastara para curarla, entusiasmo capaz de llevarle a los campos de la guerra para acallar con su rezo la maldición del desgraciado y dar alas al alma del creyente moribundo.
La enfermedad mas frecuente es la que llaman los portugueses del bicho: y de la cual mueren muchos, porque no saben curarla. La enfermedad consiste en una extremada laxitud del orificio con disenteria, y algo de calentura.
Es uno de los principales medicamentos de la tabes mesentérica, y aun puede ser suficiente para curarla, administrado despues del azufre. El arsénico, en una afeccion análoga, no tiene los mismos movimientos congestivos en la cabeza y la misma persistencia; pero hay mas calor ácre, mas sequedad en la piel y mayor postracion.
Palabra del Dia
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