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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Mientras Moisés en la cumbre del Sinaí conversaba con Dios, la baja plebe en la llanura adoraba rebelde el becerro. A pesar de mis pocos años, no teme mi espíritu rebeldías semejantes. Bien pudiera conversar con Dios con plena seguridad, si el enemigo no viniese a pelear contra en el mismo santuario. La imagen de Pepita se me presenta en el alma.

Vió que Gurdilo conversaba en voz baja con un viejo senador de palabra balbuciente y aspecto caduco, el cual daba fin muchas veces á las discusiones más intrincadas con una solución de sentido vulgar, conocida de todos, pero que todos habían olvidado. El anciano, después de oir al tribuno, se levantó para formular una proposición que podía satisfacer á los dos bandos.

La mimaba; todos sus deseos eran mandatos para Angelina, y sufría resignada desagrados y reprensiones, el mal humor caprichoso de los enfermos, que de nada están contentos, y que se impacientan sin motivo. Esta niña me conversaba tía Pepa es un ángel; creo que por eso le pusieron Angelina.

Ayestarain conversaba conmigo, y una breve mirada de María Elvira, lanzada hacia nosotros por sobre los hombros del cuádruple flirt que la rodeaba, puso su espléndida figura en nuestra conversación. Hablamos de ella, y fugazmente, de la vieja historia. Un rato después se detenía ante nosotros. ¿De qué hablan? De muchas cosas; de Vd. en primer término respondió el médico.

La vio acercarse, en el salón, a la madre de Charito, una señora gruesa, entrada en años, de cara bondadosa y un aire de distinción sonriente; conversaba animadamente con otras señoras y se interrumpió sólo por un instante para besar a Adriana en las mejillas. Un grupo de muchachas, acercándose, la acogieron luego con pequeños gritos, acariciándola y besándola con alegría.

Don Camilo, en un grupo, conversaba con los padres de Valentina; Martín, que se había separado de ellos, porque era gran fumador, echaba, escondido entre los árboles, grandes bocanadas de humo. Valentina y yo mirábamos la noche que empezaba a caer, desde una glorieta formada por madreselvas y jazmines que quedaba a un extremo del jardín. ¿Ha estudiado astronomía usted, Julio? me decía.

Escuchaba con suprema indiferencia, guiñando los ojos á menudo, la historia circunstanciada de un catarro pulmonar que hacía ya media hora le estaba relatando don Ignacio Valcárcel. D. Lino Pereda conversaba en un rincón con el promotor, haciéndole saber que su hijo había recibido el mismo día por el correo un paquete de pruebas de imprenta que le enviaban de Madrid.

Sentóse cerca de mi tía, y mientras conversaba con nosotros y bromeaba con Angelina estuvo observando a la enferma. No hay cuidado.... repetía. ¡Esto pasará, pasará!.... Es un accidente penoso, pero que no debe preocuparnos. Vamos, mi señora doña Carmen: ¡ánimo, ánimo, que ya todo pasó! ¿Dónde está ese valor famoso? Veamos esa lengua.... ¿Y el apetito? ¿Bien? Pues ¡calma, y valor, valor!

Tendré mucho gusto en hacer con usted las veces de madre.... Don Carlos no me trataba como a un mozo inexperto y vano, antes, por el contrario, me distinguía con su afecto, me confiaba planes y negocios, y conversaba conmigo franca y lealmente, con la sinceridad y llaneza de un amigo viejo.

Temblaba yo al apearme del caballo; estaba yo rojo como una guindilla, y las miradas de cuantos en aquel instante me veían se me antojaron hostiles y burlonas, particularmente las de cierto mancebo muy gallardo que conversaba con otros empleados a la puerta del «rayador». Mirábame de pies a cabeza, con cierta insistencia insolente y tenaz, como sorprendido de mi ridículo aspecto de colegial convertido en jinete.

Palabra del Dia

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