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Actualizado: 2 de junio de 2025
Por lo que hace al juego, ha convenido conmigo tambien; pero me ha hecho notar que mis opiniones acerca de este punto causarán escándalo entre ciertas gentes, pudiendo hacer daño á la publicación de mi obra. Pues aunque mi obra se hunda, y á mí me quemen, contesté, digo y repito que no estoy conforme sino con las cosas cristianas, y me parece que aquel juego no es cristiano.
En acabando persignose con la empuñadura, y haciendo correr a lo largo del acero indefinible mirada, envainolo otra vez en silencio. Todo quedó convenido. Ordenó a Medrano que fuese a rondar la casa de Beatriz. Quería saber lo que pasaba, instante por instante, por si era verdad lo del billete. El por su parte iría a esperar junto a la Puerta de San Vicente, y Pablillos haría de correo.
Sea, señorita; me contendré. ¡Se lo suplico! Convenido. ¿Y cómo llama usted á ese monumento? Yo lo llamo un montón de grandes piedras; los anticuarios lo llaman, unos simplemente un dolmen, otros, más pretenciosos, un cromlech; las gentes del país, sin explicar por qué, lo llaman la migourdit.
Los aventureros y jugadores son supersticiosos: Arturo declaró un día que la criatura llevaba la suerte a Campo Rodrigo, y a la verdad el campamento no había sido desgraciado en los últimos tiempos. Así, pues, éste fue el nombre convenido, con el prefijo de Tomasín, para hacerlo un poco más cristiano. No se hizo alusión alguna a la madre, y el padre poco importaba.
Porque el talle y el corsé, cuando hay dentro calidad, los arreglan los modistos fácilmente; pero lo que es el lenguaje... Chico, habías de verla y te quedarías lelo, como yo. Dirías que su elegancia es de lance y que no tiene aire de señora... Convenido; no tiene aire de señora; ni falta... pero eso no quita que tenga un aire seductor, capaz de... Vamos, que si la ves, tiras piedras.
Pues bien, querido amigo, dijo ofreciéndole la mano; esta noche en el pequeño círculo, si no tiene usted nada que hacer. Hacemos nuestro plan para mañana. Convenido. Pero le veo á usted vestido para salir; ¿quiere usted que le lleve á alguna parte? Bueno; á la Magdalena. Salieron, muy contentos el uno del otro. Marenval porque se veía crecer á sus propios ojos.
Mientras hablaba, la estaba yo mirando, y compadecía con todo mi corazón a la pobre Luciana, obligada a hacer un lindo retrato de tal cara. La Marquesa siguió diciendo: No puedo despedir a esas señoras de un momento a otro, como a criadas; tienen derecho a miramientos y las haré estarse aquí hasta final de verano, como estaba convenido. Pero rogaré a Luciana que no se ocupe de mí.
¡En Lucca! repetí. ¡Ah! pero Lucca no es Florencia. Sin embargo, recordé de pronto que la carta fijaba claramente la hora de las vísperas para la entrevista. Por lo tanto, el lugar convenido debía ser, ciertamente, una iglesia. ¿No conoce alguna otra iglesia de San Frediano? le pregunté. Sólo la de Lucca.
El correo de Marienfeld llegaba en ese momento; subí a él y por lo menos me encontré a cubierto. De ese modo llegué a la ciudad, donde he permanecido hasta hoy. Löb Lévi me ha dado cien táleres, y con eso me he comprado ropa; no quería presentarme harapiento delante de Gertrudis. ¡Desgraciado!... ¿quieres?... ¡Nada de sermones! protesta el joven en tono huraño. Todo está ya convenido.
Le tomó la mano, le atrajo hacia ella en un canapé y exclamó, con los ojos brillantes de alegría: ¡Pobre joven! cuénteme usted eso. Mauricio contó lo que había convenido con Roussel y pudo comprender en la triunfante exaltación de Clementina hasta qué punto su padrino le había dicho la verdad.
Palabra del Dia
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