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Actualizado: 16 de junio de 2025
Mientras los chicos comían, enteramente abstraídos de lo que les rodeaba, el dueño del café, Hojeda, Miguel y los demás que asistían a esta escena los contemplaban con ojos que brillaban de alegría: todos los rostros expresaban un deleite casi sensual.
En la cumbre de este revoltijo veíanse tres niños abrazados, que contemplaban los campos con ojos muy abiertos, como exploradores que visitan un país por vez primera. A pie y detrás del carro, como vigilando por si caía algo de éste, marchaban una mujer y una muchacha, alta, delgada, esbelta, que parecía hija de aquélla.
Algunos pollos de los antiguos tertulianos de la casa de Elorza se habían deslizado en la concurrencia y contemplaban con grandes ojos abiertos y pasmados a la nueva religiosa, sin atreverse a dirigirle la palabra. Pero ella se mostraba serena y amable y les llamaba por sus nombres con cierta condescendencia protectora, dándoles recuerdos para sus familias.
Esto causó cierta impresión en el viejo, y mientras las niñas, de pie junto a la cama, contemplaban con el ceño fruncido y los labios apretados la agonía del pobre enfermo, don Juan dijo a su hermana en voz muy baja y titubeando como si se arrepintiera de su debilidad: Óyeme, Manuela; por ti no haría nada... no lo mereces; pero a la vista de esas pobres chicas me siento débil y no quiero que mi conciencia cargue con un remordimiento.
Sus ojos, que todo lo contemplaban de color escarlata, acabaron por distinguir unas caras negras y otras blancas... Eran los descargadores militares y civiles, alarmados por el aspecto de un hombre que corría como un loco. Lanzó una maldición al verse detenido. Con el instinto justiciero de las multitudes, estas gentes sólo se preocupaban del agresor, dejando libre al que huía.
Todos, desde Ferragut á los últimos marineros, contemplaban como algo propio la ciudad que iba asomando en el fondo de la bahía, sus bosques de mástiles y su amontonamiento de edificios grises, sobre los cuales brillaban las cúpulas bizantinas de la nueva catedral. En torno de Marsella se abría un hemiciclo de alturas desnudas y secas, coloreadas alegremente por el sol de Provenza.
Muy cerca de Schirmeck, en la encrucijada de la Hondonada de los Sauces, Kasper y Frantz volvieron a unirse a su padre y los tres entraron en la taberna de La Llave de Oro, que, a la derecha del camino y en la parte baja de la ladera, tenía la viuda Faltaux. La pobre mujer y sus dos hijas contemplaban desde una ventana aquella emigración, y cruzaban las manos como en súplica.
Ricardo no tuvo más remedio que ir a lavarse las manos. Está bien; ahora toma este otro rollo y extiende este pedazo de pasta hasta que lo conviertas en una lámina redonda. El nuevo panadero se puso a la obra con ardor, con demasiado ardor, pues la pasta se agujereó varias veces de puro fina. Las criadas le contemplaban admiradas y sonrientes, mientras Marta permanecía grave y atenta a su tarea.
Era la vega entera abrazando el cuerpo de aquel niño que tantas veces había visto saltar por sus senderos como un pájaro, extendiendo sobre su frío cuerpo una oleada de perfumes y colores. Los dos hermanos pequeños contemplaban á Pascualet asombrados, con devoción, como un ser superior que iba á levantar el vuelo de un momento á otro.
Habían vivido un año en su castillo, en plena campiña rusa con la fastuosidad del boyardo, paseando su amor fresco, insaciable y sin cesar renovado, por entre los embrutecidos mujiks que contemplaban a aquella mujer hermosa, envuelta en pieles blancas y azules, con la misma devoción que si fuese una virgen despegada del fondo dorado del icona.
Palabra del Dia
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