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Actualizado: 16 de junio de 2025


Responder a mi pregunta, dejar el juego y lanzarse a abrir el postigo, mientras los otros chicuelos, suspensos y algo cortados, me contemplaban con los ojos muy abiertos, fue todo uno; y no bien hubo asomado la cabecita al corral, cuando ya comenzó a gritar allí: ¡Madre!... ¡madreee! ¡Aquí está un señor que viene a casa!

El ojo único se fué cubriendo de lágrimas. Todos huían. Hasta los criados le contemplaban á distancia, buscando ocultarse cada uno detrás del compañero, queriendo escapar y avanzando la cabeza al mismo tiempo, con una expresión doble de curiosidad y repugnancia.

En cambio, oían a los pájaros, contemplaban campo y cielo al abrir sus ventanas, no tropezaba su vista con una sucia pared a unos cuantos metros de distancia, que los robaba el aire y el azul del espacio. Isidro, con su imaginación, embellecía el barrio. Un siglo antes, era aquella parte la más hermosa de Madrid. ¿Veía Feli las praderas al otro lado del río?

Y mientras cuantos contemplaban el grandioso espectáculo se miraban unos a otros deslumbrados y mudos de espanto, resonó una formidable carcajada de Marcos Divès, que se mezcló al zumbido que vibraba en los oídos de aquéllos.

Jaime oyó pasos furtivos en las habitaciones inmediatas; vio cortinajes que se agitaban levemente, como movidos por suave céfiro; adivinó tras de ellos cuerpos en acecho, ojos que le contemplaban ocultos. La criada volvió a aparecer, saludando a don Jaime con grave cortesía. ¡Era el sobrino de la señora!... Le acompañó hasta un gran salón, y desapareció.

Antes de que nos diéramos cuenta estábamos a salvo; Machín y su criado bajaron las velas y nosotros remolcamos la goleta. Salimos al muelle. En aquel momento los chicos de la escuela volvían de rezar de la ermita por nosotros y nos contemplaban con admiración. Machín sabía que entre los pescadores era odiado, y no quiso presentarse como nuestro salvador. El y su criado se retiraron.

Al nido, al humilde surco, á los pequeñuelos que la contemplaban dirigía visiblemente su canto agreste y sublime: hubiérase dicho que con su armonía se hacía la intérprete del espléndido sol, de la gloria do se cernía, sin orgullo, y que animaba á sus pequeñuelos diciéndoles: «¡Subid, hijitos míos

Algunas personas mayores contemplaban este regocijo con ojos lastimeros. «Ciega inocencia, desconocedora del peligro... ¡Siempre que aquella marejada no fuese en aumento!...» Muchos pasajeros no se atrevían a moverse de sus sillones y permanecían con la frente en una mano, pálidos, los ojos cerrados, cual si les hubiese acometido de pronto el sueño.

Animado por la risa de sus compañeros, que le contemplaban, hacía lo posible por burlarse del filósofo, tuteándole en voz alta, guiñando el ojo a sus amigos cada vez que profería una cuchufleta, abusando, en fin, groseramente del carácter benévolo y la inocencia del insigne pensador.

No estaba sola. Alguien invisible y poderoso se erguía detrás de su asiento, ó se inclinaba para soplar en su oído el consejo certero, la resolución inesperada, la audacia original. Sus ojos, animados por una luz fosforescente, contemplaban lo que nadie podía ver.

Palabra del Dia

rigoleto

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