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Actualizado: 5 de junio de 2025
Cobo Ramírez abandonó por un rato a Esperancita dejándola en poder de su rival, para sentarse en un rincón delante de una mesita volante y devorar algunos trozos de boeuf d'Hambourg y jamón.
Pues Cobo Ramírez y otros babiecas como él, que la han llenado la cabeza de viento.... ¡Sin duda espera la tonta que venga un príncipe de sangre real a buscarla!... Ramoncito negaba belleza a su adorada. Es signo de hallarse profunda y sinceramente enamorado el hombre; no ser hija de la vanidad su afición. El exceso de amor le arrastraba a injuriarla.
Porque Cobo, en literatura ¡caso raro! , estaba por lo espiritual, lo delicado. En las novelas deben ponerse cosas agradables, puesto que se escriben para agradar. Esto decía con notable firmeza, resollando al hablar como un caballo de carrera. Los demás asentían.
Ramoncito aprovecha el instante en que la niña le presenta una taza, para decirla en voz baja y alterada "que le sorprende mucho que se complazca en escuchar las patochadas y frases atrevidas de Cobo Ramírez". Esperanza le mira confusa, y al fin dice "que ella no ha oído semejantes patochadas, que Cobo es un chico muy amable y gracioso". Ramoncito protesta con voz débil y lúgubre entonación contra tal especie y persiste en desacreditar a su amigo, hasta que éste, oliendo el torrezno, se acerca a ellos bromeando según costumbre.
Aquél y Emilio cambiaron una mirada maliciosa. Irenita, la joven casada, se ruborizó. Te están haciendo vieja, Pepa. Acuérdate que eres abuela respondió la señora de Calderón. ¡Qué abuela tan rica! exclamó por lo bajo Cobo, aunque con la intención de que lo oyese la interesada. Esta le echó una mirada entre risueña y enojada, demostrando que había oído y lo agradecía en el fondo.
En aquel momento, Cobo Ramírez, que andaba por allí resoplando como un buey cansado, se acercó a la mesa y quiso saber de qué se reían. No le fué posible arrancarles el secreto. Pinedo les hizo una seña prohibitiva porque tenía mucho miedo a su lengua.
¡No vale mirar, Pepe! exclamó Cobo con maligna sonrisa. Miro las cartas respondió aquél. ¡Vamos, no sea usted desvergonzado, Cobo! dijo Pepa dándole con ellas en las narices y volviéndose a Castro. Quítese de ahí, Pepe. No quiero que se me contemple a vista de pájaro. Fuentes se acercó para despedirse. ¿No toma chocolate? le preguntó Clementina dándole la mano.
Cuando Cobo hubo realizado varios de aquellos viajes de un coche a otro, que no dejaban de ser peligrosos por la velocidad del tren, Lola Madariaga, fijando una mirada burlona, primero en Clementina, luego en Alcázar, dijo a éste: Alcázar, ¿se atreve usted a ir a pedir a la condesa de Cotorraso su frasco de sales? Me siento un poco mareada.
Cobo Ramírez, acercándose al grupo, les gritó: ¿Sabéis lo que pareceis, chicos? Viajantes de comercio en el soto de Migascalientes. Este parecido debió de llegarles a lo más vivo del alma. El baile perdió su encanto para aquellos jóvenes ilustres, y no tardó en extinguirse.
Nada de eso manifestó Cobo en tono ligero y alegre . Los amigos más reñidos son los mejores amigos. ¿Verdad, barbián? Al mismo tiempo tomó la cabeza de Ramoncito con ambas manos y se la sacudió cariñosamente. Este le rechazó de mal humor. Quita, quita, no seas sobón. Cobo y Maldonado eran íntimos amigos. Se conocían desde la infancia. Habían estado juntos en el colegio de San Antón.
Palabra del Dia
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