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Actualizado: 5 de junio de 2025


Su corazón empezó a saltar alegremente dentro del pecho. También Ramoncito estaba satisfecho con aquel trueque. El conde de Agreda le era de poco tiempo atrás muy antipático, casi tan antipático como Cobo Ramírez, porque empezó a sentir de él los mismos celos que del otro. En cambio, a Pepe Castro considerábalo como su mismo yo; otro concejal más esbelto.

La actitud de Ramoncito al pronunciar estas palabras era tan arrogante, su sonrisa tan impertinente, que Cobo, desconcertado por un momento, preguntó con furia: ¿Y por qué se dice azorar y no azarar? ¡Porque !... ¡Porque lo digo yo!... ¡Eso!... respondió el otro sin dejar de sonreír cada vez con mayor ironía y echando una mirada de triunfo a Esperanza.

La fantasía de Cobo Ramírez, apretada por la gravedad del caso, fascinó a los invitados con peregrinas trazas y artificios delicados: los tuvo enajenados cerca de una hora. Llamó la atención, y le valió unánimes aplausos, un juego de sortija que se organizó en el medio del salón.

Cobo, según lo que veía, no adelantaba un paso, lo cual le tranquilizaba. Pero el asunto cambiaba ahora de aspecto. Por eso ya no tomaba parte en la alegría del grupo y dirigía a la pareja unos ojos de carnero que despertaban lástima. Sin embargo, la niña, a su gran satisfacción, no se mostraba demasiado amable con el conde.

Querido Cobo dijo echándose hacia atrás con la silla y mirándole con fijeza burlona . Antes de hablar entre personas ilustradas, creo que debieras aprender el castellano.... Digo ... me parece.... ¿Pues? preguntó el otro sorprendido. No se dice azarar, sino azorar, queridísimo Cobo. Te lo participo para tu satisfacción y efectos consiguientes.

Justamente en aquel instante se acercó a ellos un grupo de pollastres de los que revoloteaban en torno de los millones de Calderón, felicitando calurosamente a la niña. Entre ellos estaba Cobo Ramírez. Todos se apresuraron a pedirle bailes, apuntando en el primoroso librito de Esperanza la inicial de su preclaro nombre.

Siguió una disputa larga entre ambos, viva y descompuesta por parte de Ramoncito, tranquila y sarcástica por la de Cobo, que se gozaba en sacar a aquél de sus casillas. No poco se divertían también los presentes, poniéndose unos de parte del concejal y otros de su competidor para más prolongar el recreo.

Pepe Castro, cuando vió acercarse a Cobo y Ramoncito, se había retirado discretamente. En el camino tropezó con Clementina, que parecía multiplicarse. Acudía a todos los sitios donde hacía falta, volviendo a cada instante junto a los soberanos, que se habían retirado con la duquesa, el duque y las personas de su servidumbre a una sala donde nadie osó entrar.

Este verano, en Biarritz, ella y el chico de Fonseca se ponían de un modo por las noches en la terraza del casino, que era cosa de sacar fotografías iluminadas. Allá Cobo, antes de irse, hizo también algunos cuadros disolventes en los jardinillos. ¡, ; bien me ha comprometido esa chica! manifestó Cobo en tono cómicamente desesperado. Ya no tenías mucho que perder.

Cuanto más furioso se ponía Cobo, más se gozaba en humillarle delante de la niña por quien ambos suspiraban. Pero la decoración cambió cuando Cobo irritadísimo, viéndose perdido, llamó en su auxilio al general Patiño. Vamos a ver, general, usted que es una de las eminencias del ejército, ¿cree que está bien dicho azorarse?

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