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Actualizado: 28 de junio de 2025


Me pareció que habían adivinado mi secreto, lo cual, aunque en cierto modo me contrariaba, tenía para algo halagador. ¿Quiere usted replicó la rubia que le endulcemos el oído? ¡Jesús, mujer! volvió a exclamar hipócritamente la morena. ¡Qué libertades gastas! La chiquilla se echó a reir. Yo no quiero nada, señorita... respondí.

No puedes figurarte qué tono tan displicente sabe sacar esa chiquilla cuando quiere. Si trato de hablar con otra, basta que Esperanza me ponga la cara risueña para que la deje inmediatamente. He llegado a pasar un mes sin dirigirle apenas la palabra; pero al fin no pude resistir más y volví a entregarme. Prefiero su conversación, aunque me maltrate, a la de todas las demás....

Afortunadamente, la muchacha, distraída por los extraordinarios sucesos de aquel día, no había notado la brutal impresión que estaba causando en Andrés. A la hora oportuna bajaron las señoras a la estación, y Carmen se quedó sola. Ella nunca salía sino a la huerta o al campo.... ¿Qué iba a hacer en lugares de pública reunión una chiquilla recogida de caridad y siempre enlutada y triste?

Chiquilla bonita exclamó este, estrechándola de un modo delirante contra su pecho ¡te quiero con toda mi alma! La Nela no dijo nada. En su corazón lleno de casta ternura, se desbordaban los sentimientos más hermosos. El joven, palpitante y conturbado, la abrazó más fuerte diciéndole al oído: Te quiero más que a mi vida. Ángel de Dios, quiéreme o me muero.

Seguiles al Retiro, aunque a respetable distancia, porque me hubiera causado mucha vergüenza el que la mamá se enterase la chiquilla, con menos prudencia, volvía a cada instante la cabeza y me dirigía sonrisas, que me tenían en continuo sobresalto. Al fin volvimos a casa en paz.

Vamos, en marcha... Hay que apretar el paso... ¡Qué moza, D. Andrés! ¿verdad?... Pues tiene una hermana que va a ser mejor que ella todavía... ¡Qué chiquilla más espetada y más rica! tan bien formadita por delante como si tuviera veinte años, y no tiene más de catorce... ¡Arre caballo! ¿No repara usted, D. Andrés, cómo agradecen los caballos que el jinete eche unas copitas?

Entre estas las había de muy diversas edades, desde la directora, una ágil morenilla de catorce, hasta un rapaz de dos años y medio, todo muerto de vergüenza y temor, y un mamón de cinco meses, que por supuesto venía en brazos. ¡Hombre! exclamó Borrén al ver a la morena. ¡Pues si es la chiquilla del barquillero! Somos conocidos antiguos, ¿eh? , señor... contestó ella intrépidamente . La misma.

Después ha venido un acontecimiento cualquiera, y he dicho con asombro: «Yo sabía algo de esto». A me pasa lo mismo repuso la Nela . Ayer me dijiste que me querías mucho. Cuando fui a mi casa, iba diciendo para : «Es cosa rara, pero yo sabía algo de esto». Es maravilloso, chiquilla mía cómo están acordadas nuestras almas. Unidas por la voluntad, no les falta más que un lazo.

No, no: yo no nada del asunto ese... ¿Y está segura la Celedonia del nombre? Pregúntaselo... Dos o tres veces repitió: «Dile a tu señora que ha estado aquí D. Romualdo». Interrogada la chiquilla, confirmó todo lo expresado por Doña Paca.

Aunque por un refinamiento de hombre gastado le placiesen para queridas las mujeres de genio vivo y hasta un poco agresivas, los arranques de la hija del sillero rebasaban ya los límites de lo tolerable. No era posible continuar. Sus planes sabios corrían peligro de hundirse para siempre con aquella chiquilla violenta y caprichosa.

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