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Actualizado: 28 de julio de 2025


El número sensacional era la lucha de la Linda con el oso. La chiquilla se presentó desnuda de medio cuerpo arriba y con unos pantalones de percal rojo. Linda se abrazó al oso y hacía que luchaba con él, pero el domador tiraba a cada paso de una cuerda atada a la nariz del plantigrado.

¡Rayo de Dios! gritó el general, dando otro terrible puñetazo sobre la mesa . ¡Esta chiquilla ha concluido con mi paciencia!... A ver, ordenanza, que conduzcan inmediatamente esta joven a la cárcel y la pongan incomunicada hasta nueva orden...

Sonrió a la chiquilla dormida, y añadió: ¿No le encuentra usted parecido...? ¿Con usted? ¡Con su padre!... Es todito él en el corte de la frente.... No manifestó el capellán su opinión. Mudó de asunto y continuó aquel día y los siguientes cumpliendo la obra de caridad de visitar al enfermo.

En cambio doña Paula se indignó grandemente, aunque sólo expresaba su desagrado a espaldas de Ventura. Cecilia se mostró tan solícita, tan vigilante en el cuidado de la criatura, que en poco tiempo se apoderó por completo de ella. Ella resistía dos y tres en vela sin alteración alguna. Y en efecto, en cuanto la chiquilla lloraba, era la primera que saltaba del lecho para entregársela a la nodriza.

¿Si será por lo mismo que a me preocupa? ¿Qué es? Si esa chica... Si aquella vergüenza... ¡Eso! ¿Te acuerdas de la carta del aya? Como que yo la conservo. Tenía la chiquilla doce o catorce años, ¿verdad? Algo menos, pero peor todavía. Y crees... que... ¡Bah! Pues claro. ¿Si será una Obdulita?

Al año de estar en la buñolería, la hija del amo, que era una chiquilla saladísima de catorce años, enfermó de viruelas y, cosa rara en la gente del pueblo, dotada en tales casos de tanto valor como ignorancia, los vecinos, conocidos y amigos dejaron a la enfermita y sus padres en completo abandono.

Aunque desarrapado, sucio y mocoso, el chiquitín parecía un angelito. Muchos lores ingleses hubieran dado sus bosques de Escocia y sus rentas de la India por ser padres de un muñeco como aquél. La chiquilla tenía trazas de descarada.

Llegamos hasta el portal y allí le dije: márchate, que ya no haces falta; y me hice como que subía la escalera, pero en seguida di la vuelta sin llamar y me vine detrás de él hasta casa... ¡Cuando le vi entrar me dio una risa, que por poco me oye! La chiquilla se reía aún, con tanta gana y tan francamente, que me obligó a hacer lo mismo.

Se la ve muy poco. Hacen vida modesta. Duplicará el capital en diez años , ¡para agenciar es mucho hombre el Leonés! Un infeliz, un simplón en lo restante; en política no ve más allá de sus narices el pobre; pero ha sabido crearse una fortuna. No tiene sino esa niña y adora en ella. ¿Y crees que no tendrá ya la chiquilla sus amoríos? ¡Bah... es tan joven!

Roberto nada decía, pero con frecuencia se inclinaba hacia y me hacía una seña amistosa, como si juzgase prudente consolidar nuestro pacto cada cinco minutos: trabajo inútil, pues nada estaba más lejos de mi imaginación que la idea de romperlo. Cuando hubimos trotado una media hora a un paso bastante vivo, detuvo su caballo y me dijo: ¿Bueno, chiquilla? ¿Qué hay, «grande»? ¿Regresamos?

Palabra del Dia

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