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Actualizado: 28 de julio de 2025
Como no hubiera ido a casa del fotógrafo, es difícil... Voy a enseñártelos ahora mismo: verás también los de nuestros parientes de Sevilla... Tengo unas primas muy guapas: a ver si te conviene alguna. Y salió corriendo de la sala. ¡Qué chiquilla tan viva! exclamo Miguel volviéndose a su madrastra. Sí, muy viva y muy insufrible repuso ésta con mal humor.
Pero, si se piensa bien, todavía no es más que una chiquilla, está lejos aún de la madurez necesaria para llenar bien los deberes de madre. ¡Sí, hay que tener paciencia! Y así consuela Martín su alma del pesar secreto que lo atormenta. Juan guarda silencio. ¡Tiene el corazón tan lleno, tan lleno! Querría demostrar su afecto a su hermano, pero no sabe cómo.
Pues vamos andando, hija del alma contestó, como distraído, a la insinuación de Nieves, sin dejar de mirarla con su único ojo, muy abierto, ni de pensar lo que pensaba . Te cae bien, bien de verdad, el atalaje ese que te pones por primera vez... ¡No, no, y llevar le llevas con una soltura!... ¡Canástoles con la chiquilla!... A ver, a ver por detrás... No te pares, no: sigue, sigue andando... ¡Mejor que mejor! ¡Canástoles con la criatura de antes de ayer!... A la calle ahora... Eso es... así se anda... como el sol y la luna... ¡Ajá!
No se dirá que por una chiquilla capaz de preferir á un desertor y sobre todo á un hijo de Gales, se han dado de cuchilladas dos mozos como nosotros. Más vale así, repuso Reno envainando á su vez, porque el barón nos hubiera oído ó hubiera sabido el duelo y tiene pregonado que á los duelistas de la guarnición les hará cortar la mano derecha. Y ya sabes que cuando él dice una cosa....
Me dijo: «¿Chiquilla, qué es de tu vida?...». Yo no le pude contestar... Di media vuelta, y él me cogió una mano. Vamos, vamos, esto ya es demasiado declaró Guillermina, levantándose turbadísima . Otro día me contará usted eso... No, si no hay más... Yo retiré mi mano, y me fui sin decirle nada... No tuve alma para seguir adelante sin mirar para atrás, y miré y le vi... Me seguía, distante.
Vamos a ver, cualquiera en mi caso ¿no pensaría que íbamos a entrar en el terreno de la formalidad?... Pues nada, a los dos días voy por allá; intento hablarle aparte en calidad de novio y me da un bufido que me dejó helado.... Y así estoy. Ni sé si me quiere o si deja de quererme, ni tengo tranquilidad para dedicarme a mis quehaceres ni hago otra cosa que pensar en esa maldita chiquilla.
Al decir esto, Aurora abandonó todo trabajo y se puso delante de su amiga en la actitud más complaciente. «¿Que qué te doy? Lo que tú quieras. Todo lo que tengo... Te lo agradeceré eternamente». Bueno; pues déjame a mí, que como yo coja el cabo del hilo, hemos de llegar a la otra punta. Verás por qué lo digo; en mi taller hay una chiquilla, muy graciosa por cierto, que me parece, me parece...
Si no he de adquirir la facultad de que me privaste al nacer, ¿para qué me has dado esperanzas? Infeliz de mí si no nazco de nuevo en manos del doctor Golfín. Porque esta será nacer otra vez. ¡Y qué nacimiento! ¡Qué nueva vida! Chiquilla mía, juro por la idea de Dios que tengo dentro de mí, clara, patente, inmutable, que tú y yo no nos separaremos jamás por mi voluntad.
El caballero de Luzmela miraba a la chiquilla, aquella tarde, con una extraña expresión de vaguedad, como si al través de ella viese otras imágenes lejanas y tentadoras.
Todos los pisos bajos son tiendas, apenas hay rejas. ¿Cómo se las arreglarían ahora aquellos galanes? ¡Qué cosas se les ocurrirían a Villamediana y a Quevedo, viendo este Madrid, que tiene la Plaza de Oriente al Norte, la estatua de la Comedia delante del teatro italiano, y aquí en la Plaza de la Constitución la estatua de un rey absoluto! ¡Cuánto disparate!... Pero, ¿no vendrá esa chiquilla? ¿Se estarán burlando de mí?
Palabra del Dia
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