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Actualizado: 28 de julio de 2025


¿Ves esa farolona? dijo Guillermina a su amiga , es una de las hijas de Ido... Esa, esa que está dando brincos como un saltamontes... ¡Eh!, chiquilla... No oyen... venid acá. Todos los chicos, varones y hembras, se pusieron a mirar a las dos señoras, y callaban entre burlones y respetuosos, sin atreverse a acercarse.

Me asombro de mi necedad. ¡Oh! Mi hijo no puede casarse con tal chiquilla... La condesa la reclama, la llama su hija, desbarata la admirable trama de la familia para asegurar el porvenir de la hija y poner un velo al deshonor de la madre. La condesa la reclama... ¿Qué nombre llevará?

Entre el algecireño y la chiquilla la vistieron de mala manera, y con la prisa le ponían la ropa del revés. La señora se impacientaba, llamándoles torpes y dando pataditas.

Pero en el momento en que, al contemplarlo, iba a sumergirme en mis visiones románticas, se puso a bostezar terriblemente, de tal modo que volví a caer repentina y bruscamente en la prosa. ¡Pero no nos vamos a quedar aquí, mi señor primo! No seas loca, chiquilla dijo él cerrando los ojos. Haz como yo, vamos a dormir.

Y seguí adelante murmurando: «¡Qué chiquilla tan mona! ¡Lástima será que se la lleve un tunanteDespués me puse a reflexionar en lo fácil que me hubiera sido jugar una mala pasada al alcalde y alzarme con el cargo; pero no; hubiera sido una felonía. Por más que fuese un poco díscolo y soberbio, al fin era amigo: tiempo me quedaba para ser alcalde.

¿La has visto? ¿A quién? balbució el teniente Baltasar, que fingía considerar con suma atención la punta de sus botas, por no encontrarse con la ojeada investigadora de Josefina. ¿A la chiquilla del barquillero... a la cigarrera? ¿Cuál? ¿Era esa que pasaba? contestó al fin aceptando la situación. , hombre, ésa.... ¿Qué tal? ¿Tengo buen ojo?

Apenas veía la chiquilla a Perucho, brillaban sus ojuelos, y de su boca entreabierta salía, unido a la cristalina y caliente baba de la dentición, un amorosísimo gorjeo.

No tenía más compañía que la de Papitos, que se escapaba de la cocina para ponerse al lado de la señorita, cuya hermosura admiraba tanto. El peinado era la principal causa de la estupefacción de la chiquilla, y habría dado esta un dedo de la mano por poder imitarlo.

El cielo nos ha reunido bajo el mismo techo, como para decirnos: ¡Amaos! ¡Amaos! Y te amo, dulce y buena niña; te amo con la plácida ternura de los primeros años de la vida. ¿Temes? ¿Por qué, mi dulce niña? ¿Sabes acaso que hace mucho tiempo me robó el corazón una chiquilla graciosa y bella? ¡Ah!

Sin ir más lejos, mañana habrá cuestión. ¿No es mañana San Isidro? JOAQUÍN. . ISIDORA. Pues yo deseo ir a la pradera y ver la romería, que nunca he visto, y él se empeña en que no he de ir... Allá veremos. ¡Dios de mi vida, qué tarde! JOAQUÍN. ¿Y cuándo te veré? JOAQUÍN. Abur, chiquilla. Vale infinitamente más que yo. Capítulo VII Flamenca Cytherea

Palabra del Dia

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