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Actualizado: 28 de junio de 2025
Mañana repuso la abuela es día de Todos Santos; seguramente no saldrá a pescar el tío Pedro. Pues bien dijo la chiquilla , será pasado mañana. Tampoco se pesca el día de los Difuntos. ¿Y por qué? preguntó la niña.
Ya desde el segundo día estaba empeñado en que subiese... Pero ¿no sabes? Está enamorado, loco por la chiquilla. Toda la mañana ha tenido a la nodriza en su cuarto. ¡Y se le ocurren unas cosas tan peregrinas! Dice que esta niña nos la envía Dios para consolarnos de no tener familia...
A fuerza de filípicas maternales corría una escoba por el piso, sazonaba el caldo, traía una herrada de agua; en seguida, con rapidez de ave, se evadía de la jaula y tornaba a su libre vagancia por calles y callejones. De tales instintos erráticos tendría no poca culpa la vida que forzosamente hizo la chiquilla mientras su madre asistió a la Fábrica.
Era uno de los goces mayores de Lucía las conversaciones que a veces pasaba con Perico cuando él se dignaba tratarla, no como a una chiquilla, sino como a mujer hecha, y le comunicaba detalles, anécdotas y sucesos de lo que por lo regular no llegan a oídos de las doncellitas educadas con cierta severidad y recato.
¡Oh, Dios mío!... pero permanece tranquila, chiquilla; ya se arreglarán ustedes... ¡Ah! Máximo, eso es imposible. Mira, han pasado cosas demasiado graves. Al principio no fué nada; pero como sabes, una se altera y pierde la cabeza.
Nunca habían oprimido su cabeza de niña contra un seno blando y caliente; y ella, la chiquilla, buscaba algo parecido donde quiera.
Linda, la que estuvo en Urbia cuando fué el domador, y murió tu madre. ¿No te acuerdas? ¿Usted es Linda? ¡Oh, no me hables de usted! Sí, yo soy Linda. He sabido como habías venido a Logroño y he mandado que te buscaran. ¿De manera que tú eres aquella chiquilla que jugaba con el oso? La misma. ¿Y me has conocido? Sí. Yo no te hubiera conocido. Habla, cuenta de tu vida.
¡Mamá, qué colorada estás! le dice Venturita, su hija menor, pugnando para no reir. La madre la mira con expresión de angustia. Calla, Ventura, calla. dice Cecilia. Doña Paula, animada con estas palabras, murmura: Esta chiquilla no goza sino en avergonzarme. Y estuvo a punto de enternecerse y llorar.
El rapacejo penetró por la trastienda y volvió a salir en un momento, con una criatura de unos siete años. Belarmino la tomó en brazos: ¿Quieres a tu padre? Sí, quiero respondió la preciosa chiquilla. ¿Mucho? Mucho, mucho.
La chiquilla se reía aún, con tanta gana y tan francamente, que me obligó á hacer lo mismo. Por nada repuso desprendiéndose de mi brazo repentinamente y echando á correr. La seguí y la alcancé pronto. La niña, sin decir nada, volvió á tomar mi brazo. Caminamos un buen rato en silencio. Yo iba pensando ansiosamente en lo que iba á decir ó en lo que iba á hacer.
Palabra del Dia
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