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Nosotros manifestó Isidora ahogada por la pena y el despecho no somos dignos... Vete, vete pronto. Te esperan. Ya han sacado la sopa de almendras. ¡Ay, chiquilla! ¡Cuánto más me gustan tus bellotas!... Pero no llores. De buena gana te acompañaría... Pero es tan tiránica la sociedad... Vete, vete... Mi hermano y yo cenamos solos. Ya ves... Estamos tan contentos... Mejor es así.

ELECTRA. Mi madre... No se asombre usted... Mi madre puede decirme... y luego aconsejarme... ¿No cree usted que las personas que están en el otro mundo pueden venir al nuestro? Yo . Lo creo porque lo he visto. Yo he visto a mi madre. EVARISTA. ¡Virgen del Carmen, cómo está esa pobre cabeza! ELECTRA. Cuando yo era una chiquilla de este tamaño... EVARISTA. ¿En las Ursulinas de Bayona?

¡Si fuera usted siquiera un pollo guapo! Lo he sido. ¿El año cuántos?... ¡Qué mala, qué mala es esta chiquilla! exclamó don Mateo riendo y acometiéndole acto continuo un golpe de tos que le embargó la respiración por algunos momentos.

Usted es muy dueño, señor mío... Pero ya lo haremos sin todos esos laberintos que pide esta chiquilla... Déjelo usted de mi cuenta, que yo me encargo de arreglarlo todo... Vamos a ver añadió dirigiéndose a su hija, este señor, seguramente, me ha de recompensar mandándome los dulces el día de la boda... Pero ¿qué vas a darme por ello? ¿Yo?

Ahora come la carne asada con cuchara.... Es un entremés, Julián. Cualquier día me estropea la chiquilla. El capellán perfeccionaba sus nociones del arte de tener un chico en brazos sin que llore ni rabie.

¡No es eso! ¡No es eso! repuso el joven en tono de impaciencia y no poco avergonzado. Debes perdonarla, porque no está acostumbrada a estas cosas. Es una chiquilla... Además, el estado en que se encuentra, tal vez influya en su estómago. ¡No es eso, Cecilia! volvió a exclamar el joven con más impaciencia, levantando un poco la cabeza de las almohadas.

Lo que había tomado era veneno, con los obsequios que su amigo, el conde de Agreda, tributó por más de una hora a Esperanza. Oye, feo, ¿por qué no comes? le dijo Amparo volviéndose de repente hacia él . ¿Es verdad que la chiquilla de Calderón no te hace caso? Te doy la enhorabuena, hijo, porque debe de tener mucho humor herpético.

Deja a ese hombre..., no hables de lo que no me interesa. ¿Conque antes decías que los tenderos de la calle de la Sal martirizaban a la chiquilla...? , señora, mucho. Me desgarraba el corazón contesté sin cuidarme de disimular los sentimientos de mi alma. Era natural que te interesaras por la desgracia. Es que yo había conocido a Inés antes de que a tal casa fuera.

De repente se me ocurrió esta idea: «¿Si fueras Marta, qué harías en este momento?» Y un pavor tal se apoderó de , que la sangre me subió hirviente a la cara. ¿Eres miedosa, chiquilla? me preguntó. Yo sacudí la cabeza. Entonces, ven. Ya estoy a tu lado. Ponte allí, delante de . Hice lo que me pedía: mis pies tocaban casi el borde de la piedra.

He aquí lo que dice una de ellas, que Azorín ha leído en voz alta: «Ninguna de las dos cosas. Para una mujer de corazón, tan malo es lo uno como lo otro. He amado sin ser amada, y ahora soy amada sin corresponder, bien a pesar mío. Cuando tenía quince años me enamoré de un hombre que pasaba de los treinta, y él, como es natural, me consideraba una chiquilla.