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Actualizado: 23 de junio de 2025
Oyó entonces que echaba un fósforo el vecino y aseguraba la puerta del corredor cerrando la llave por dentro... Oyó después acercarse a la débil puertecilla unos ligeros pasos que no ahogaba del todo la alfombra, y sintió un leve crujido en el pasador por la parte opuesta...
Lo llevó á los labios con trasporte y lo tuvo largo espacio sobre ellos. La carta despedía un perfume suave y delicado. El joven lo aspiró con delicia cerrando los ojos. Tornó á guardar la carta y siguió andando á la ventura. Empezó á soñar despierto. Ofrecióle su imaginación inmediatamente un cuadro risueño y venturoso. La condesa le amaba.
Al ruido de los pasos del cocinero mayor, levantó la cabeza. Al ver el aspecto de Montiño, su palidez singular, su temblor, y sobre todo, la extraña é insensata mirada de sus ojos, se estremeció instintivamente, porque al ver el aspecto del cocinero, había creído ver el presagio de una desgracia. ¿Qué sucede? dijo cerrando el libro y levantándose.
Tendía ansiosamente las manos, y Perucho, comprendiendo la orden, acercaba la cabeza cerrando los párpados; entonces la pequeña saciaba su anhelo, tirando a su sabor del pelo ensortijado, metiendo los dedos de punta por boca, orejas y nariz, todo acompañado del mismo gorjeo, y entreverado con chillidos de alegría cuando, por ejemplo, acertaba con el agujero de la oreja.
O no, estúpido, porque nunca has servido para nada y quizá la hubieras perdido, por inepto, esa fortuna tan mentada y otro que yo la habría aprovechado; mejor es que quedara en la familia, como quedó. Mírame, muérdeme... no estoy tan caído como crees... y si no, ¡ya lo verás! ¡qué ojos de hombre y qué cargante se pone! El negro salió, cerrando la puerta. Esteven respiró.
En su mesa tenía un revolver descargado que nunca tocaba sino volviendo la cabeza y cerrando los ojos. Si usted no puede, acudiré á otro, pero entonces necesito mis nueve mil pesos para untar las manos y cerrar los ojos. ¡Mueno, mueno! dijo al fin Quiroga; ¿pelo pone pileso mucha genti? manda liquisa, ¿ja?
Lo de abajo arriba y lo de arriba abajo repitió Mariano con el gozo de quien ha encontrado la fórmula de un pensamiento que no ha sabido expresar . ¿Sabes?... ¡Cosas que pasan! Ayer he visto al señorito Melchor en coche de dos caballos. Iba con dos señoras, dos tías, ¿eh?, y un caballero. Parecía un marqués. No le nombres delante de mí dijo Isidora cerrando los ojos.
Don José movió la cabeza con expresión de profundísima incredulidad, y cerrando la puerta con llave, se guardó ésta en el bolsillo.
Aquí estoy dijo Antonia, siguiendo a Magdalena y cerrando tras sí la puerta del tocador. ¿Qué le pasará hoy a Magdalena? exclamó Amaury, exteriorizando su pensamiento en voz alta. Es que sufre respondió alguien detrás de él. Tantas y tan repetidas emociones le producen fiebre y la fiebre la trastorna.
Cierta mañana, después de haber saludado a Raimundo cerrando y abriendo la mano repetidas veces con la gracia peculiar de las damas españolas, y después de haber andado poco trecho, por un movimiento casi involuntario volvió la cabeza y levantó de nuevo los ojos al mirador. Raimundo la estaba mirando con unos gemelos de teatro.
Palabra del Dia
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