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Actualizado: 21 de julio de 2025
Preciso es que la madre haya puesto mucho de su parte, porque la verdad es que no encuentro en esta muchacha nada que le recuerde con su cabezota redonda, sus ojillos chispeantes, sus delgados labios contraídos por maliciosa sonrisa y su ancha y corta barbilla. Elena no es alta, muy menudita, con ademanes tímidos de pájaro dispuesto a volar.
Y dando con esta pregunta por terminada la carta, firmóla como Antonio Pérez las suyas a milady Richs: «Perro desollado de vuestra señoría, Diógenes.» «P. D. Un beso a Monina.» Y aquí se detuvo otra vez perplejo, meneó lentamente la gran cabezota, y su rostro granujiento tomó una expresión indefinible de ternura y de tristeza.
Diógenes, muy postrado, con la repugnante cabezota hundida en las almohadas, tendidos ambos brazos sobre la colcha, y arrollando entre las manos las sábanas sin notarlo, comenzaba a sentir de nuevo aquel horrible sopor, aquel letargo siniestro que le había atormentado la noche antes... Adelantóse el fondista unos pasos, dejando la puerta entreabierta, y díjole en voz alta: Señor..., señor... Aquí tiene visita...
Yo puedo matarlo á usted, si quiero, y usted, en cambio, no puede hacerme nada á mí.... Pero no abusaré. Prefiero que se convenza por sus propios ojos. A ver si así se le ablanda esa cabezota dura de bruto que tiene.... ¡Tire! Se abrió con ambas manos sus ropas, mostrando el pecho desnudo y la prodigiosa bolsita. Podía el gringo hacer fuego sin cuidado. Se lo decía él con aire de reto.
Volvióse indignado y sorprendido, y vio inclinada sobre la suya la gran cabezota de Diógenes, que, sonriendo y babeando, le decía amorosamente: ¡Francesca mía!... ¡Si soy yo, Paolo!... Verde de ira y amarillo de miedo púsose Francesca, cual si viese asomar por detrás de Paolo la sombra siniestra de Gianciotto, y gruñó entre dientes: ¡Qué cosas tienes!... De verras que erres pesado...
Y con las alabanzas de los inteligentes crecían los deseos de mi amigo. «¡Remoño, no seas cabezota!... Dámelo por cuatro, que es lo que vale.» Deseaba ponerse majo al bajar a tierra; hablaba de cierta chica de su pueblo que estaba sirviendo en Buenos Aires... Al embocar el río de la Plata casi lloraba de rabia. «Me alargo hasta cinco.
Y salió la joven de su cuidado, dando a Pablo Aquiles un niño que era un pimpollo, con una cabezota tal, que los tíos declararon unánimemente que allí debía estar encerrado todo el talento del mundo.
Díjose luego que, desde una ventana del hotelito escondido, había él presenciado la escena, con las manos a la cabeza, sacudiendo la cabezota, dejando oír su risita de cazurro, de paleto empingorotado. ¡Ju, ju, ju, ju!...
Y el cuervo de Yégof, apoyado en el borde de la campana de la chimenea, con la cabezota oculta entre las despeluzadas plumas, parecía dormir; pero, de vez en cuando, alargaba el cuello, se limpiaba una pluma con el pico, nos miraba después escuchando un segundo y volvía a meter en seguida la cabeza bajo las alas.
¿Aónde vas tú, cabezota? gritó deteniendo a un pequeño que correteaba perseguido por otros . Fíjese, don Isidro, qué guapo: paece el niñico Jesús. Su madre es una italiana con ocho hijos, y anda malucha, tendida por los rincones, sin poer la probe ocuparse de ellos. ¡Si no fuese por mí!... ¡Ah, ladrón!
Palabra del Dia
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