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Actualizado: 28 de mayo de 2025
La antigua Cárcel de Villa era un mal buhardillón, dividido en celdas, donde los presos no tenían comodidad ni estaban seguros. La prisión no tenía aquel horror majestuoso con que los poetas nos han pintado todos los calabozos.
Señor Francisco, no hablemos más de esto; dentro de dos horas estaréis en libertad. ¿Absuelto de la acusación?... es muy justo. No, absuelto no; se os pondrá en libertad bajo fianza, pero tendréis á Madrid por cárcel, y os guardaré yo; os juro que en el momento que queráis huir, os prendo. ¿Es decir, que me tenéis sujeto?... Cuando me hayáis servido, el proceso se rasgará.
Con esto se revolvió toda la ciudad y se puso en punto de armas. Lo que las negociaciones no pudieron desatar, cortaron las armas. Los plebeyos cercaron la cárcel con mucha gente armada de espingardas, ballestas y espadas y cuatro piezas de artillería que sacaron de la casa del duque de Medina Sidonia; rompieron puertas y ventanas y dieron libertad á los presos.»
Algo estridente, como si acabara de rasgarse la vieja decoración del fondo; un silbido rabioso, feroz, desesperado, que pareció hacer oscilar las luces de la sala. ¡Silbar a Franchetti antes de oírle! ¡Un tenor de cuatro mil francos! La gente de palcos y butacas miró al paraíso con el ceño fruncido; pero arriba la protesta fue más ruidosa. ¡Granuja! ¡Canalla! ¡Golfo! ¡A la cárcel con él!
Mi Chermidy volvió a endosarse el uniforme, desembarcó con sus hombres, fue de nuevo a la cárcel y derribó las puertas, sin hacer caso a los misioneros que le hacían señas con los brazos para que regresara al buque. Encontró en el calabozo dos figuras de cera, modeladas con una perfección chinesca; eran los dos misioneros que le habían enseñado el día anterior. »Mi marido montó en cólera.
Avisos de Pellicer, 4 de junio 1641. «El dia del Corpus se vió en Madrid grande gala y bizarría... á la tarde representaron los autos, uno del Doctor Mira de Amescua, Prior de Guadix, de la ronda y visita de la cárcel, en alegoría: fué cosa grande, representóle la Rosa: otro de Luis Velez de Guevara, moralizada la fábula de Icaro, no tan bueno; hizole la Gongora y Velasco con la otra mitad de la compañía de la Rosa; otro fué de Don Francisco de Roxas, que no pareció bien, fué el Sotillo de Madrid á lo divino; representole Jusepe y la Negrilla con la mitad de la compañía de la Viuda; el quarto fué el Sanson del mismo Roxas, razonable, que hicieron Iñigo y la primera dama que es Jusepa, con lo restante de la compañía de la Viuda; las galas fueron muchas, los gigantes vestidos de nuevo y la tarasca de buen gusto, con unos caballeros que lidiaban un toro.»
Vendrá la justicia, y se sabrá todo dijo , y os llevarán á la cárcel y... lo pasaréis mal... porque no sabéis de lo que se trata. ¿Pues de qué se trata? ¿Por qué nos han de llevar á la cárcel? dijeron á un mismo tiempo los dos domésticos. Por encubridores. Nosotros no encubrimos nada dijo Casilda. Yo no sé nada añadió Pedro.
Me prendieron por una ligereza mía, que no fué ningún crimen, como decían aquellas mujeres; y si soporté aquel contratiempo, si no me suicidé estrellándome la cabeza contra los muros de la cárcel, fué porque en la obscuridad me parecía siempre que te estaba mirando en un rincón, en pie, con el rostro sereno, como es tu costumbre.
En 1760 el Asistente, D. Ramón Larrumbe, dando una prueba de cultura, volvió á tomar disposiciones sobre el asunto, y el día 27 de Octubre se fijó é hizo publicar un bando en el cual se leen estos párrafos: «Manda el señor Asistente que todos los vecinos de esta ciudad, barrio de Triana y sus arrabales, desde 1.º de Noviembre próximo hasta fin de Abril del año que viene, pongan faroles en lo exterior de las casas, que den luz á las calles y pasos públicos; lo que han de ejecutar desde media hora después de oraciones hasta las once de la noche: pena al que contraviniere lo mandado, de dos ducados por la primera vez, cuatro por la segunda y ocho por la tercera, aplicándose dichas multas al ministro, soldado ó persona que denunciare la contraversión en el todo ó parte de lo mandado...» Y más adelante se añadía: «Que desde las once de la noche en adelante, ningún vecino de cualquier calidad y condición que sea, pueda andar sin luz por las calles, llevándola por sí ó por sus criados con linterna, farol, acha ó mechón; pena al que contravenga, siendo persona distinguida, de seis ducados de multa con la referida aplicación; y al que no sea de esta circunstancia se le tendrá por persona sospechosa, y se le tendrá en la cárcel, para que averiguado su modo de vivir, se le dé el destino correspondiente, etc., etc.»
Era cruel que la vida se desarrollase centenares y centenares de siglos en esta agitación mentirosa que ocultaba una inmovilidad real. ¿Para qué, entonces, la existencia de lo creado? ¿No tenía la humanidad otro fin que engañarse a sí misma, dando vueltas por su propio esfuerzo a la caja circular que la aprisionaba, como esos pájaros que con sus saltos mueven una jaula que es su cárcel?...
Palabra del Dia
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