Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 23 de julio de 2025


Apenas manifestó este deseo cuando apareció en el umbral Antoñita con los ojos húmedos aún por el llanto, pero con su sonrisa más encantadora, dibujada en los labios. ¡Hermana mía! exclamó Magdalena adelantándose hacia ella para abrazarla. Al mismo tiempo su prima le echó los brazos al cuello y la colmó de besos.

Clavel le arrojó una mirada despreciativa y se dispuso á salir, pero su marido la atajó antes de que pudiese penetrar en lo interior. ¡Que no! ¡que no te vas sin darme un abrazo! ¿No quieres?... Pues te lo daré yo á ti... Y diciendo y haciendo la estrechó tiernamente entre sus brazos y la aplicó un par de sonoros besos en las mejillas.

Niego que haya moralista con derecho a reprenderme por mi pasión, si el tal nunca ha gustado esta delicia, ¡besos con música!...». Pero el mayor encanto, el éxtasis de la dicha, estaba en otra parte; en la íntima alegría del orgullo satisfecho.

Mayo ¿qué quieres? dije de nuevo. Y él entonces, sonó todas sus risas, sus besos y sus bronces, para rugirme como pudiera un tigre: ¡Amar...! Que descansen en paz los que cayeron porque el volcán les hizo lo que fueron: barro, barro no más, ¡Que descansen en paz!

Usaba poner cabe un jarrillo de vino cuando comíamos, y yo muy de presto le asía y daba un par de besos callados y tornábale a su lugar.

Guillermina estaba sentada a su cabecera, y a cada rato le daba abrazos y besos, diciéndole que pensara en Dios, que padeció tanto por salvarnos a nosotros... De repente, se descompuso, hija; ¡pero de qué manera...! se quedó amoratada, empezó a dar manotazos y a echar por aquella boca unas flores, ¡unas berzas...! Era un horror.

Y al mismo tiempo, según la tenía cogida por las yemas de los dedos, la atrajo contra hasta juntarse ambos cuerpos, y le dio un beso sonoro, largo y apretado, uno de esos besos que despiertan en los ángeles deseo de pedir licencia para venirse al mundo.

Y Luisa se arrojó en sus brazos, cambiando entre ambos muchos besos. ¡Ah! ¡No me has reconocido, Luisa! ¡Oh, !; ¡oh, !; te he reconocido en seguida, por tus pasos. El anciano Duchêne, con el gorro de algodón en la mano, cerca del hogar, tartamudeaba: ¡Santo Dios!... ¿Es posible?... ¡Pobre muchacho..., cómo viene!...

Y el silencio monacal de la casa del hermano Vicente conmovíase escandalizado por una lluvia de ruidosos besos y por los suspiros de pasión que acompañaban a los fuertes abrazos. Al colocar la mesa de comedor, sentáronse frente a frente; pero arrepentidos de establecer entre los dos este obstáculo, diéronse las manos por encima de ella, mientras por debajo se buscaban los pies.

Ahora mismo me dice usted dónde vive, cómo se llama, y mañana sin falta la visito. ¡Me la voy a comer a besos! Pues empiece usted, señora... Edda... ¡soy yo!

Palabra del Dia

malignas

Otros Mirando