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Actualizado: 23 de julio de 2025


¡Bah! ¡bah! exclamó alzando la voz y apartándose . En cuanto tengáis unas copas de Jerez en el cuerpo, se van a oir los besos que os deis, desde la calle. -Socorro quedó acortada mordiéndose los labios. Temía que Amparo hubiese advertido algo.

«Querida amiga: »El alma hermana no es un mito, pues ha dado señales de vida. Adjuntas esas señales, con muchos besos de tu Abro la carta y descubro con encanto el milagroso hallazgo... El alma hermana está en mis manos, al menos por la expresión de sus pensamientos... ¡Qué dichosa soy!...

Fiambreras traigo, y esta bota colgando del arzón de la silla, por o por no; y es tan devota mía y quiérola tanto, que pocos ratos se pasan sin que la mil besos y mil abrazos.

Traía empuñado en ambas manos el bastón de D. José, y caminaba derecho a la Sanguijuelera, todo risas y alegría, con la evidente intención de darle un palo. Ella se dejó pegar, le cogió luego en brazos y le dio tantos y tan sonoros besos, que el muchacho empezó a gruñir y a defenderse a cabezadas. «Dale un palo a tu madre; anda, pégale...

Un permiso inesperado.... Una breve comisión en París.... Veinticuatro horas nada más.... No pudo seguir hablando. Los dos se habían abrazado, balanceándose con las explosiones de su alegría. Empezó á rasgarse el silencio con unos besos sonoros y escandalosos como los taponazos del champaña. La vieja se levantó, ceñuda y grave. Allí estaba de sobra una persona; no necesitaba que se lo dijesen.

Julio se impacientó con las molestias de este amor errante, sin otro resultado que algunos besos furtivos. Pero callaba al fin, dominado por las palabras suplicantes de Margarita. No quería ser suya como una de tantas: necesitaba convencerse de que este amor iba á durar siempre.

Una sola vez me pasó por la cabeza este pensamiento: «¿Puedo devolverle sus besosPero no me atreví. ¿Cuánto tiempo me tuvo así? No lo : de repente sentí que mi cabeza chocaba rudamente con el borde del sofá. El dolor me hizo salir como de las profundidades de un sueño. Me quedé allí sin movimiento, tratando de recobrar aliento.

Dos fuertes besos, un largo abrazo, un saludo para , y el padre descendió, mientras el tren se ponía en movimiento, tomando pronto aquella marcha vertiginosa que sólo en las líneas americanas se ve. La noche había caído y cada una de las veinte o treinta personas que ocupaban el sleeping, comenzó a hacer lentamente sus preparativos.

Los hombres ponían bajo sus pies los sombreros para que los pisase; las mujeres arrancaban las flores de su cabello para arrojárselas. Cuando bajó la cubrieron de besos. Pero la bella se dejó caer jadeante en una silla y quedó silenciosa y sombría sin participar del frenesí que allí reinaba. Los viejos dieron, al fin, la señal de retirarse. La partida fué ruidosa.

Para Gil, que no comprendía la existencia sin estar enredando con algo, la mayor desgracia que podía pesar sobre un ser humano era el tener las manos vacías. La madre le apretó contra el pecho, descargó sobre sus rosadas mejillas una granizada de besos y continuó la carrera.

Palabra del Dia

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