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Actualizado: 23 de julio de 2025
Guardo el pequeño crucifijo que tuvo en sus manos últimamente y recibió sus postreros besos; yo venero y beso de continuo esta santa reliquia, que llevaré conmigo hasta la huesa.
Amor tierno dió los brazos y besos, celos insufribles el cuchillo y la muerte, porque sus enemigos no gozasen lo que él perdia, y vencieron los celos; dos efectos igualmente poderosos en el ánimo del hombre, amor, y deseo de vivir.
Grande era el aprieto en que me hallaba junto a ella, porque había olvidado preguntar a Sarto el estado exacto de mis relaciones con Flavia; y a decir verdad, si yo hubiera sido el Rey, habría deseado que aquellas relaciones estuviesen lo más avanzadas posible, porque ni soy de piedra ni podía olvidar el par de besos dados a mi bella prima.
El afan de aquella muchacha no dejó de causarnos cierta impresion, y apenas nos sentamos en el carruaje, dije yo al brigadier: A un loro; Julia Amengual Da de besos un tesoro. Y á esto dice Don Pascual Qué á falta de otro animal Pasa el rato con su loro.
Al encontrarse las dos amigas en mitad del carrejo, enzarzáronse en un abrazo, tan íntimo y apretado, que parecía una «engarra»; se comían a besos, y entre beso y beso se decían las mayores atrocidades; llegó Lita con su abuelo, y se repitió la escena, hasta que acabó la de Robacío por fijarse en mí y rompió a llorar por el difunto, de tan buena gana, que parecía no haber consuelo para ella, mientras su marido, que ya me había saludado, hacía sus correspondientes pucheros, y se enjugaban los ojos con los delantales Lita y su madre, que eran de suyo muy tiernas de corazón y pegajosas de las lágrimas.
Nadie dudaba tampoco, aunque algunos lo aparentasen, de su recta intención y del completo desinterés con que trabajaba en este asunto. Las mismas mujerzuelas, que le engañaban, no osaban calumniarle, y si alguna lo había hecho, pronto fue categóricamente desmentida por sus compañeras. ¡Martín, te pido por Dios que no desbarres! exclamó llena de angustia D.ª Eloisa. Mujer, hablo de besos místicos.
Elena dio un salto y se arrojó sobre ella estrechándola, estrujándola mejor dicho contra su pecho como si quisiera asfixiarla, cubriéndola al mismo tiempo el rostro de sonoros besos. Luego se dejó caer de rodillas e intentó besarle los pies, pero Clara la alzó entre sus brazos vigorosos y la sentó a la fuerza de nuevo.
Al mediodía, mi madre me hacía subir al desván y me alzaba en sus brazos para que mi desgraciado padre pudiera verme, haciéndome extender mis manecitas hacia las rejas de la prisión, y devorándome después a besos.
Doña Juana, pues, sufría y gozaba; lloraba y sonreía, se avergonzaba, y sin embargo su alma se dilataba, reposaba en una dulce confianza. Doña Juana entonces estaba en el cielo, sin haber desaparecido de la tierra. Asió las manos de los dos jóvenes, los atrajo á sí, los estrechó á un tiempo contra su pecho, y partió con los dos sus besos y sus lágrimas.
Nela, querida hermana dijo la señorita con elocuente cariño . ¿Qué conducta es la tuya?... ¿Por qué no has parecido por allá en todos estos días?... Ven, Pablo desea verte.... ¿No sabes que ya puede decir «quiero ver tal cosa»? ¿No sabes que ya mi primo no es ciego? Ya lo sé dijo Nela, tomando la mano que la señorita le ofrecía y cubriéndola de besos. Vamos allá, vamos al momento.
Palabra del Dia
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