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Actualizado: 23 de julio de 2025
No, no me querrás... Dame un beso ahora... Después que te lo diga, no me darás ningún otro... Lolita se manifestó sorprendida, pero le dio algunos besos sonoros.
Y diciendo esto, sin atender a más razones, se echó como loco sobre ella, y tan de repente, que ella no pudo sustraerse a sus abrazos y a sus besos. Cinco o seis, que en el número no están de acuerdo los historiadores, le plantó en las frescas mejillas, que se pusieron rojas como la grana. Y no contento, le buscó la boca para besársela, y se la halló y se la besó.
Y echándome al mismo tiempo los brazos al cuello, comenzó a darme sonoros besos en las mejillas, diciendo: Rico mío. ¿No es verdá que eres mi mariíto? ¿No es verdá que soy tu mujersita? ¿No es verdá que estamos casaos? ¡Di, corasón! ¡Di, vidita! Mientras trataba, avergonzado, de huir sus caricias, oí exclamaciones de reprobación y vi que las monjitas escapaban asustadas hacia la puerta.
Al caer en la cuenta de lo tarde que era, púsose precipitadamente el manto, y se despidió del Pituso, a quien dio muchos besos. «¡Qué fuerte te da, hija!» le dijo su hermana sonriendo. Y razón tenía hasta cierto punto, porque a Jacinta le faltaba poco para echarse a llorar. Y Barbarita, ¿qué había hecho en la mañana de aquel día 24? Veámoslo.
Manos transparentes y puras que parecen hechas para filigranar ex votos de santos y capas pluviales; ojos fanatizados en torno de los que las largas vigilias, huérfanas de besos, han florecido en sedeñas ojeras violeta, como dos flores de fiebre y de locura; alma noble y extática, donde el amor es una rosa casta e inmortal.
En cuanto entró en el cuarto el señor Don Pomposo le dio la mano, como se la dan los hombres a los papás; le puso el sombrerito en la cama, como si fuera una cosa santa, y le dio muchos besos, unos besos feos, que se le pegaban a la cara, como si fueran manchas. Y a Raúl, al pobre Raúl, ni lo saludó, ni le quitó el sombrero, ni le dio un beso.
Es verdad contestaba otro al cabo de un rato, llevándose el vaso a los labios. Ripalda parecía un buen sujeto afirmaba un tercero, después de cinco minutos, dejando el vaso sobre el mostrador y eructando. Sí lo parecía replicaba otro gravemente. Transcurrían diez minutos de meditación. Los tertulios daban algunos cariñosos besos al vaso, que parecía de topacio.
¿Qué otra cosa podría haber dicho, Perla, respondió su madre, sino que no era esta la ocasión de besar á nadie, y que los besos no deben darse en la plaza del mercado? Perfectamente hiciste, locuela, en no hablarle. Hubo otra persona que expresó igualmente sus ideas acerca del Sr. Dimmesdale. Esta persona era la Sra.
Por su larga experiencia teatral no ignoraba Carolina que hay en la vida del hombre dos períodos durante los cuales es fácilmente poseído de la pasión impetuosa y arrebatada: la primera juventud, en que las cortesanas parecen ángeles caídos, y la entrada de la vejez, en que uno quiere despedirse de la naturaleza con aquella música de besos que en la adolescencia nos abrió las puertas de la dicha.
Aquí Asunción cesó de hablar, y Lola, que la escuchaba con tristeza y curiosidad, aguardó un rato a que continuase, y viendo que no lo hacía, le preguntó: Pero, ¿por qué me decías que después de contármelo no iba a darte más besos y todas aquellas cosas?... Al contrario, ahora te quiero más... mira como te quiero. Y Lolita al decir esto le daba apasionados besos.
Palabra del Dia
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