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Y triunfarán de los verdugos fieros de cien persecuciones al estrago, de las garras de tigres carniceros, de falaces serpientes al halago; y aunque derramen, embotando aceros, para ahogar la verdad, de sangre un lago, que si la Cruz al lago es arrojada, sobre el lago de sangre sobrenada. Y vencieron.

1 ¿Donde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de todas las mujeres? ¿Adónde se apartó tu amado, y le buscaremos contigo? 2 Mi amado descendió a su huerto, a las eras de las especias, para apacentar en los huertos, y para coger los lirios. 5 Aparta tus ojos de delante de , porque ellos me vencieron.

Y como sus enemigos resultaban mucho más numerosos, le vencieron en una batalla campal á las puertas de esta ciudad, que entonces se llamaba Mildendo, reuniéndose después en congreso diplomático para decidir su futura suerte.

La población, contaminada de aquella vecindad, se hizo levítica, adquiriendo en poco tiempo un aspecto triste y sombrío. Las campanas, que aun repicando alegres despiertan ideas de muerte, vencieron al fecundo rumor de los tornos, los telares, los martinetes y los yunques.

Pero esto nada prueba contra el duque, y si mucho contra los condes de la Oliva y de Olivares. Prueba que los dos condes son más perspicaces que , y que saben cuánto es torpe y ciego el duque de Lerma. Pero no le vencieron. Por una casualidad. El duque lo tenía previsto todo.

Al cabo Edelmira venció, y Paco, silbado por los presentes, propuso luchar de frente, con las manos apoyadas en los hombros del contrario. Así se hizo y esta vez venció Paco. Joaquín propuso la misma lucha a Obdulia; Visita se atrevió a medir con la Regenta sus fuerzas. Joaquín y Ana vencieron.

La revolución de los hombres ha fracasado. Su primera condición de éxito era la sorpresa, y ésta ha dejado de ser posible. Los hombres ya no pueden vencer en unos cuantos minutos, como vencieron las mujeres gracias á los rayos negros. Esto no es una revolución, es una guerra, y una guerra larguísima, igual á todas las del pasado. Se sabe que empieza ahora, pero nadie puede decir cuándo terminará.

El poeta, presentando el ejemplo de paladin de Roncesvalles, y evocando los gloriosos nombres de Carlo Magno, de Oliverio y de Turpin, logró inflamar el entusiasmo de los normandos, escitándolos á vencer ó morir, y por eso vencieron, repitiendo en coro la «Cancion de Rolando». Dán testimonio de esto el poeta Wacé, y los historiadores Guillermo de Malmesbury, Mateo de Paris, Ralph Hyden, Alberico y Mateo de Westminster.

En aquellos peligrosos viajes á través de inmensos territorios desconocidos, los intrépidos exploradores, á fuerza de dádivas y halagos, lograron la amistad de algunos indígenas, tan salvajes, tan cobardes y tan abyectos como los demás, y que sin embargo, no bien se vieron junto al hombre blanco, convirtiéronse en verdaderos héroes y llegaron á inspirar invencible terror á los tribeños, á los cuales vencieron con facilidad pasmosa, no obstante conservar sus primitivos armamentos.

Conduxéronle con mil baldones á su aposento, donde conforme á la ley habia de pasar aquella noche: y decia, pudiendo apénas menearse: ¡Qué aventura para un hombre como yo! Mejor desempeñáron su obligacion los demas adalides: hubo algunos que venciéron á dos combatientes, y unos pocos llegáron hasta tres. Solo el príncipe Otames venció á quatro.