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Actualizado: 16 de octubre de 2025


Pongamos en él 100 grados, que es número redondo, y con 20, en mi sentir, bastará para todo lo práctico de la vida, si la fortuna sopla y las circunstancias son favorables. Con los 20 grados se llega a ser ministro celebradísimo, príncipe de gran mérito, presidente de república, banquero poderoso y hasta cardenal y papa.

»Lo confieso: me gusta esta ciudad que a un tiempo es antigua y es moderna, que es venerable y coqueta, que piensa y ejecuta. ¡Ah! ¿Por qué Magdalena no ha de estar aquí conmigo para contemplar juntos esa puesta de sol incomparable?... »Mi banquero me ha obligado a aceptar un vale que me da entrada en el Casino.

Experimentóla nuestro banquero después de cometer aquella granujada, después de despojar a su amigo Calderón de unas cuantas pesetas, como el justo al concluir un acto de justicia o de caridad.

Eso no lo puedo saber hasta que vaya a París y hable con el banquero, o vea en Madrid a mi agente. Hoy por hoy nada de cierto. No quiero decir eso: digo si supones que ya se ha concluido todo para ti en el mundo. ¡Ingrato! ¿No vale ni significa nada mi cariño?

Nosotros diremos: «A ver, señor duque de Tal, ¿de dónde sacó usted las tierras A y las dehesas B? Señor banquero Cuál, ¿de dónde sacó usted los millones A y B que tiene en el Banco?». «Hombre, dirán ellos, pues yo...». «Valientes pillos están ustedes, acaparadores, por no decir otra cosa...». Conque ya ves.

Su hermana primera, a quien habían tocado aún algunos rayos débiles del esplendor de la casa, logró casar ventajosamente con el hijo de un banquero rico. Nada aprovechó a su familia. Ni D. Antonio ni su hijo Antoñito pudieron ver el color de las monedas de su yerno y cuñado respectivamente. Las otras dos también casaron con jóvenes distinguidos, pero sin dinero.

Pero antes que llegase recibió el paquete de los nuevos títulos comprados que le enviaba un banquero amigo de Samper a quien éste los había dejado con tal objeto. Tristán quedó estupefacto y aterrado de su precipitación.

Quedó en silencio Maltrana, como si se examinase interiormente. ¡País de asombros! continuó . ¡Yo banquero, yo que he hecho sufrir tanto a los prestamistas de Madrid!... ¡Tierra de transformismos, donde los albañiles se hacen agricultores, los curas fugitivos se convierten en padres de familia y los señoritos arruinados entran de cajeros de confianza en las casas de comercio!...

Habían dudado un poco antes de entregar sus ahorros, pero ahora sentían una dulce confianza pensando que quedaban arriba, en manos de un hombre a quien todos los días nombraban los periódicos con los títulos de «acaudalado y filantrópico banquero». La vela del Corpus, con sus anchas listas azules y blancas, sombreaba desde los altos mástiles la plaza de la Virgen.

El estudiante se licencia en leyes; nuestro licenciado se casa; el casado se hace juez; el juez no tiene lo que necesita para vivir; pero no recibe de nadie un maravedí por sus legítimos derechos; abandona el juzgado; el cesante, viene á Madrid; se hace banquero, el banquero se hace diputado, el diputado se hace ministro.

Palabra del Dia

neguéis

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