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Actualizado: 16 de octubre de 2025
Yo... no sé lo que pongo en el negocio, pero seguramente pondré algo, pues entro en él, y mis consocios parecen contentos de tenerme en su compañía. Echóse a reír Ojeda con tal fuerza, que su espalda chocó con la barandilla, doblándose hacia la parte exterior. «¡Maltrana banquero! ¡Maltrana fundador de un Banco, cuando apenas tenía unas pesetas para desembarcar!...»
A pesar de su poder y su orgullo, tus hermanos vivirán al amparo de tu palabra. El guerrero te obedecerá; el juez te servirá y sostendrá, para mantener su propia situación; el banquero te dará cuanto le pidas, para que seas su abogado y defiendas sus terribles combinaciones.
Su tremenda responsabilidad alcanzará indudablemente á los que han colaborado con él en la dirección de estas empresas engañosas.» «A última hora se habla de la probable prisión de algunos personajes conocidos que trabajaron á las órdenes del banquero.»
Sólo cuando los periódicos noticiaban algún suceso de mucho bulto, se preocupaban momentáneamente con ella sus habitantes. Hacía cerca de veinte años que la representación del distrito en el Congreso estaba encomendada al opulento banquero Rojas Salcedo, el cual sólo una vez en su vida había estado en Sarrió a tomar leche de burra. Nadie pensaba en disputarle la elección.
También conoció al banquero, hombre de mediana edad, completamente afeitado y con la cabeza canosa, que imitaba el aspecto y los gestos de los hombres de negocios norteamericanos. Robledo, contemplándole, se acordaba de él mismo cuando vivía en Buenos Aires y había de pagar al día siguiente una letra, no teniendo reunida aún la cantidad necesaria.
Esta vez desapareció por completo la confianza que Juanito tenía en la infalibilidad de su principal y del señor Morte. La ruina era indudable. El mismo don Antonio le había dicho que si no sobrevenía pronto la baja saltaría él a fin de mes con todos los jugadores que atendían los consejos del famoso banquero.
Señor duque, yo no tengo culpa respondía Biggs con marcado acento inglés . He recibido instrucciones. Las instrucciones son dadas según los consejos de un zorro viejo que hay en Madrid. ¡Oh, duque! exclamó Biggs riendo, no hay sorro vieco, no. Y la discusión continuó sin que el banquero español pudiese obtener nada del inglés, pero dejándole bastante preocupado.
Sin embargo, Pepa insistía aspirando a arrancar de aquel cerebro luminoso el secreto de la mina: bromeaba tomándole de las solapas de la levita, llamándole viejo, cazurro, zorro, haciendo gala de una desvergüenza que en ella había llegado a ser coquetería. El banquero no daba fuego.
Tal vez era el «lado interesante» que, «para una observadora como Verónica, había en las reuniones íntimas de su casa». Del «lado pintoresco» era la principal figura el banquero don Mauricio, con todas sus cosas y con todas sus malas intenciones, en las cuales había leído ella mucho antes de que se las anunciara al oído el gangoso Gonzalo Quiroga.
Andrés Garín, religioso de la Orden de Santo Domingo; Manuel Don Lope, noble de Zaragoza; Alejandro Toregli, banquero de París, natural de Luca, y otros testigos.
Palabra del Dia
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