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Actualizado: 16 de octubre de 2025
El secretario del banquero, que había llamado á Torrebianca por teléfono, hacía esfuerzos para ocultar su turbación, y acogió la presencia de éste con gestos pesimistas. Creo que vamos á salir mal de esta aventura. El patrón debía habernos prevenido...
Todo novelista que se respeta, todo dramaturgo que posee el secreto de hacer patalear de entusiasmo al público, no conoce vacilaciones al graduar la simpatía atractiva de sus personajes. El hombre funesto, el «traidor» de la obra, ya se sabe que debe ser un rico, un manipulador de caudales; y si ostenta el título de banquero, mejor que mejor.
Con los equipajes hechos, los convalecientes medio embanastados; en fin, casi con el pie en el estribo ya para volver a Madrid los tres expedicionarios de nuestra historia, dijo Leticia a su amiga al despedirse de ella: Sé que el banquero don Mauricio bebe los vientos por ti... ¿No te gusta que te lo diga?... Lo siento, y perdona; pero escucha.
Lo recuerdo repliqué, al encontrarse sus hermosos ojos puros con los míos. Recuerdo bien cómo su padre nos dejó completamente confundidos cuando bajó y trajo su libro de cuentas de un banquero, que probaba tener un balance a su favor de cincuenta y cuatro mil libras esterlinas. Después de esto fue para nosotros un misterio más grande que nunca.
¡Hola! ¿Me conoces? Y sin aguardar la contestación se metió adentro y cerró la portezuela. Julián.... Julián gritó a su amigo antes de abrir la mampara del escritorio . Vengo a hacerte un favor.... ¡Qué suerte tienes, maldito! Mándame esas londres a casa. ¡Hola! exclamó el banquero con sonrisa triunfal . ¿Las necesitas? ¡Si, f...., sí!
Uno de los compañeros de bolsa de Mesía, viejo verde de cincuenta años, el señor Palma, banquero, lamentaba que la juventud no fuese eterna, y con lágrimas en los ojos, de pie, con una copa ya vacía en la mano, exponía su sistema filosófico de un pesimismo desgarrador, como decía el capitán Bedoya.
Verdad, verdad dijo el banquero poniéndose afectadamente grave y triste . Somos un par de trampas que el día menos pensado nos escurrimos para el otro barrio, sin sentirlo. Había visto una entrada oportuna para la conversación que apetecía: se apresuraba a aprovecharla. No; tú estás fuerte y robusto. Aún puedes dar mucha guerra en el mundo.... Pero yo, querido, ya tengo un pie en el estribo.
A las cinco en punto, después de haber empleado el día en hacer refrendar su pasaporte, en recoger algunos fondos de manos de su banquero, en disponer su carroza de viaje para las seis y media de aquella tarde y en llevar a cabo otras varias diligencias, llegó a casa del doctor.
La habitación estaba adornada con tallas antiguas y cuadros modernos; un célebre banquero de la Calzada de Antin, que manejaba el pincel en sus ratos de ocio, había ofrecido a la señora Chermidy cuatro grandes panneaux representando escenas de naturaleza muerta; el techo era una copia del Banquete de los dioses; la alfombra había venido de Esmirna y los floreros de Macao.
Luego se casó con este Scott, hijo de un banquero de New-York. Y de repente, un pleito ganado, les puso entre las manos, no millones, sino decenas de millones. Poseen en alguna parte, en América creo, una mina de plata; pero una mina seria, verdadera, una mina de plata... en la cual hay plata. ¡Ah, ya veréis qué lujo estallará en Longueval!... Todos parecemos pobres en la ciudad.
Palabra del Dia
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