Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 16 de octubre de 2025
Estando en la terraza de un café compró un diario, y antes de abrirlo presintió que este papel recién impreso guardaba algo que podía sorprenderle. Tuvo el obscuro aviso de que iba á conocer cosas hasta entonces envueltas en el misterio... Y en el mismo instante sus ojos tropezaron con un título de la primera página: «Suicidio de un banquero.»
Así lo pensaba el banquero, aunque lo dijo de otro modo con una copa en la diestra, y la zurda en la patilla de este lado. Estuvo menos infeliz que de costumbre en el «meerooodeo» de recursos oratorios para llenar su cometido. Sólo dos veces sacó a plaza a los meeroodeadoores, y no llegaron a tres las en que necesitó agarrarse a su muletilla para terminar un período.
Había oído rumores. ¿Se haría en alza la próxima liquidación? ¿No sería mejor liquidar en el momento con treinta céntimos de ganancia que aguardar a fin de mes?" Para ella las palabras de Salabert eran las del oráculo de Delfos. La fama inmensa del banquero la tenía fascinada.
Decían unos que había sido granuja del mercadal, otros que empezó de lacayo de un banquero y luego fué cobrador de letras y zurupeto, otros que había sido soldado de Cabrera en la primera guerra civil, y que el origen de su fortuna estuvo en una maleta llena de onzas de oro que robó a un viajero.
Como no era noche de tertulia, había en ella muy poca gente; y yo, sin pararme a considerar si faltaba o no a «las conveniencias», y atenta sólo a lo que me interesaba, le conduje al gabinete mismo en que el banquero «se me había declarado»; elegí un sitio en él donde pudiéramos hablar sin servir de espectáculo a la gente del saloncillo; senteme allí, y roguele a él, con una mirada y un golpecito con la mano en el sillón inmediato, que se sentara también.
Era casi imposible que el banquero tuviese un punto más alto. Spadoni, pálido, con la frente barnizada de sudor, descubrió sus naipes. El público los saludó con un rugido sordo: «¡Nueve!» Los mismos que reían de él encontraron natural este resultado. «La suerte protege siempre á la inocencia.»
Al cabo de unos momentos fué ella quien acercando su rostro al del banquero le preguntó discretamente: ¿Qué compro? Amortizable respondió el famoso millonario con igual reserva. Entraban a la sazón un caballero y una dama, ambos jovencitos, menudos, sonrientes, y vivos en sus ademanes. Aquí están mis hijos dijo Pepa. Era un matrimonio grato de ver.
Al cabo de algunos minutos el banquero se inclinó hacia ella con poca delicadeza, y acercando el rostro a su cara, tanto que parecía que se la rozaba con los labios, le dijo en voz baja: ¿Tiene usted muchas Osunas? Algunas, sí, señor. Véndalas usted a escape. Pepa le miró a los ojos fijamente, y dándose por advertida calló.
Paco opinó que lo mejor sería no decir nada previamente a la chica. Así como los buenos generales, para asegurar la victoria, suelen caer de improviso y con sigilo sobre el ejército enemigo, lo más hábil en este caso era entrar inopinadamente en la casa, llamar a don Juan a una conferencia reservada y abordar de frente el negocio. Por el banquero no había cuidado: se pondría como unas pascuas.
»¡Esto si que no estaba previsto en mi programa! Que Guzmán no me abriera las puertas de su casa al saber lo que me ocurría, previsto como posible lo tenía yo; pero que él mismo me empujara hacia la casa del banquero, eso ya no cupo en mis presunciones.
Palabra del Dia
Otros Mirando