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Actualizado: 26 de junio de 2025
Débil cordera, cuya blanca nieve Copo á copo formó naturaleza, Cándida ofrece al valle su pureza, Si á tanto armiño su verdor se atreve. Al cristal de un arroyo altivo mueve Lobo cruel su bárbara fiereza, Y la simple cordera la cabeza Inclina al agua y descuidada bebe.
Los nombres sustitutos son éstos: «Cucho», «Chocho», «Cacho», «Gogo», «Gogó», «Tito», «Toto», «Totó», «El chino», «Baby», «El Bebe», «Nenín», «Charlín», «El gordo», «El flaco», «Nono», «Fito», «El rubio», «El negro», «Perucho», «El gringo», «El mono», «Taco», «Cotaco», «El alemán», «El inglés», «El vasco», «El Tuerto», «Pototo», «Poroto», «Lalo», «El nene», «Peringote», «Piringo», «El gallo», «El gato». En fin... cuento de nunca acabar.
El cómico indio, cuando viaja por su cuenta, es muy sobrio en comidas, bebidas y bagajes, pero cuando viaja á cuenta de un pintacasi pide billete de cámara, caballo que tenga imbay, merienda, paraguas por si llueve, y sombrilla por si hace sol. Come como un sabañón, y bebe como una cuba.
A él le era imposible vivir si Amparito se negaba a amarle; necesitaba, para no aborrecer la vida, que ella se decidiese a ser su musa, su inspiración. Y el lindo bebé, aunque por costumbre seguía riendo, sentíase muy satisfecha en su interior de ser musa de alguien, honor que jamás alcanzaría su hermana Concha.
Poco después desaparece, y con él se borran el sombrero y el boa. Me veo á solas con el capitán más joven, que es el que menos ha hablado. Bebe; mira el reloj que está sobre el mostrador. Vuelve á beber. Me examina un momento con esa mirada que precede siempre á una confidencia grave. Adivino su necesidad de comunicar algo penoso que le atormentaba memoria con una gravitación de suplicio.
¡Ay, Brillante...! ¡Pobrecito Brillante mío...! Y hasta había llegado a unir su linda cabeza de bebé con las negras narices de la bestia, cubriéndolas de besos. El desaliento las tuvo hasta bien entrada la noche clavadas en sus asientos del salón, silenciosas, sin otra luz que el escaso resplandor de los reverberos públicos que entraba por los balcones abiertos, produciendo una débil penumbra.
Confesaban que la comida les subía ya a la garganta; pero a pesar de esto, era tan excelente la carne tierna y jugosa, con su corteza tostada crujiendo entre los dientes, que todos despacharon su ración, masticando con lentitud y emprendiéndola después con los huesos. El tío se mostraba como un valiente. Juan, come ese pedazo le decía su hermana . Es lo mejor del plato. Bebe más, Juan.
La cabecita de bebé parecía abrumada por una alta corona, inflada como un globo; hasta sus pies descendía, como un miriñaque, el manto cubierto de toda clase de piedras preciosas. Los diamantes, perlas y esmeraldas arrojadas á manos llenas por la devoción, como si el brillo pudiese aumentar la hermosura de la imagen, esparcíanse también sobre el pequeñuelo que la Virgen mostraba entre sus manos.
13 y no oí la voz de los que me castigaban; y a los que me enseñaban no incliné mi oído! 14 Casi en todo mal he estado, en medio de la sociedad y de la congregación. 15 Bebe el agua de tu propia cisterna, y las corrientes de tu propio pozo. 17 Sean para ti solo, y no para los extraños contigo. 18 Será bendito tu manantial; y alégrate de la mujer de tu juventud.
¡No me conoces!... gritaban los golfos de abultadas amenidades, tirándole del bigote, abofeteándole con un entusiasmo que enrojecía sus mejillas. ¡No me conoces!... gritaba un bebé de color de rosa, en el que Maltrana fijó su atención. ¿Pues no te he de conocer, criatura? exclamó el joven . Tú eres Feliciana. No hay en todo el barrio otras manos como las tuyas.
Palabra del Dia
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