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Actualizado: 26 de junio de 2025
La certeza de que la muerte acabaría por vencerlo enardecía a Esteban, haciéndole redoblar los cuidados. Apelaba a la superalimentación como único remedio, y siempre que se aproximaba a Gabriel, era con algo en las manos. Cómete esto.... Bebe lo que te traigo.
A esta ofrenda se la llama el habilin, y aceptado este, principia la cena; se bebe, se canta, se baila y se habla de todo, menos de la proyectada boda.
La vegetación. El manzanillo. Cabras y yanquis. La fiebre. Barranquilla. La "brisa". La atmósfera enervante. El fatal retardo. Preparativos. El río Magdalena. Su navegación. Regaderos y chorros. Los "champanes". Cómo se navegaba, en el pasado. El "Antioquía". "Jupiter dementat..." Los vapores del Magdalena. La voluntad. Cómo se come y cómo se bebe. Los bogas del Magdalena. Samarios y Cartageneros.
Se bebe por término medio una docena de botellas todos los días. ¡No haga V. caso, hombre! exclamó doña Martina riendo. Este Romillo siempre tiene ganas de bromas. Se las beberán entre él y sus amigachos. Estaban a los postres. Romillo y Valle fueron invitados a tomar café y se sentaron a la mesa.
Precisamente corre por allí un arroyuelo antes de formar cascadas y como el viajero tenía sed, bebe tranquilamente, con la cara en el agua, antes de pensar en levantarse para volver á emprender la marcha por rocas menos peligrosas.
Mamá le deja ya entrar en casa. Está el pobre muchacho que bebe los vientos. ¿Y el tuyo? Este Junio acaba. Hija, lo mismo decías hace un año. ¡La carrera que tenga ese!... Pues a mí me gusta. ¡Está más cariñoso! Chica, con esos trajes de rayas parecen zebras. Adiós, que se va mamá con las de Zangolotino! Abur, remononísima.
Su primito Raúl va con él a París, a ver con él al hombre que llama a los pájaros, y la tienda del Louvre, donde les regalan globos a los niños, y el teatro Guiñol, donde hablan los muñecos, y el policía se lleva preso al ladrón, y el hombre bueno le da un coscorrón al hombre malo. Raúl va con Bebé a París. Los dos juntos se van el sábado en el vapor grande, con tres chimeneas.
El bebé se llevó las manos al pecho, y por los agujeros del cartón viéronse los ojos húmedos, lacrimosos. Maltrana, turbado por las palabras de la máscara, no acertó a contestar. Instintivamente llevó una mano al antifaz y tiró de él. Apareció el rostro de Feliciana congestionado, con los ojos llenos de lágrimas. Al verse con la cara descubierta, quiso escapar; después intentó sonreír.
Ella, en cambio, parecía aspirar con delectación por su naricilla sonrosada y palpitante, el vaho de macho campesino, el olor de cuero, de sudor y de cuadra que se esparcía con los movimientos del arrogante galán. Bebe, Rafael: anímate. ¡Mira a mi hombre qué amartelado está con sus serranas!
Y Andresito sonreía, embelesado por la gracia con que el bebé le hablaba, ahuecando la voz para imitar grotescamente el tono de sus poesías y acompañando sus palabras con gestos de píllete. ¡Oh, qué criatura! Había que creerla y él se lo tragaba todo a ojos cerrados, incluso la afirmación de que sus relaciones con el teniente sólo fueron para aumentar sus rabietas. Pero ¿no vienen ustedes?
Palabra del Dia
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