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Desde los pechos de su madre solo aprendió deberes. ¡Su ciencia se reduce & obedecer y llorar! Aquel desgraciado ser que prepara el gogo, es posible que muera sin haber podido pagar con una vida de trabajos el rédito de ocho ó diez pesos dados á su madre. La ropa que usará mientras esté bajo el dominio de su señora serán los últimos harapos de la casa, dados por supuesto, con su cuenta y razón.

Sus facciones están demacradas, y son miserables sus escasas ropas. Entre sus descarnados y largos dedos, esponja y prepara una batea de gogo que servirá para refrescar y limpiar la cabeza del soberano de aquella casa. El soberano no es soberano, sino soberana. Es la casa de una rica y guapa mestiza.

El jugo del gogo levanta en la batea donde se prepara, una blanca é hirviente espuma; su uso es muy frecuente y, general en Filipinas, y sin duda alguna que la frescura que presta á la cabeza y la limpieza que origina, son causa, en gran parte, de que sea sumamente raro encontrar calvos en el Archipiélago.

Los nombres sustitutos son éstos: «Cucho», «Chocho», «Cacho», «Gogo», «Gogó», «Tito», «Toto», «Totó», «El chino», «Baby», «El Bebe», «Nenín», «Charlín», «El gordo», «El flaco», «Nono», «Fito», «El rubio», «El negro», «Perucho», «El gringo», «El mono», «Taco», «Cotaco», «El alemán», «El inglés», «El vasco», «El Tuerto», «Pototo», «Poroto», «Lalo», «El nene», «Peringote», «Piringo», «El gallo», «El gato». En fin... cuento de nunca acabar.

A más del uso del aceite de coco, contribuye en gran manera á la conservación del pelo, el gogo, raíz parecida á la de la mora. Aquel se lava perfectamente y después se exprimen sus jugos.

Se extrae aceite de una fruta parecida á una pequeña aceituna que llaman los naturales «Lumban» y del «Linga», cuya semilla es muy parecida á la del lino. Sacan filamentos para tejidos del Maguí ó Piña y para cordelaje del Abacá y otros menos importantes. Substituyen el jabón: el gogo, bansicalay, papaya y otros.

La pobre niña mira la hirviente espuma que forman los jugos del gogo con la infantil complacencia de la que eleva blancas burbujas de jabón. En su sonrisa hay, sin embargo, un no qué difícil de explicar.