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Estas encallaban en los bajíos; aquéllas, por querer escapar velozmente, quebraban sus entenas; otras se entregaban sin combatir. El, para bien de su honra, se hallaba en el fuerte. ¡Contaba entonces los horrores del asedio, las enfermedades desconocidas, las heridas monstruosas, el hambre, la sed!

De manera que, así en el embolso de real hacienda, como en el de los particulares fieles, vendrá S.M. á ser perjudicado en mas de un millon de pesos anualmente; y no es de menos consideracion, el que V.S. tenga presente, ser este el tránsito preciso, por donde pasa el correo de Buenos Aires al Perú, y por donde se conduce el situado para dicha ciudad de Buenos Aires, y todo el comercio de aquella con las provincias de la tierra: de modo que, esta es la única y precisa puerta para internarse á todo el Perú, porque aquí igualmente se han de conducir los auxilios de víveres para las plazas de Potosí y Chuquisaca, las que, abandonada esta provincia, quedaron en asedio, expuestas totalmente á que por hambre se entreguen al enemigo.

Y digámoslo en elogio de D. Amaranto, ¡jamás, ni en los días de bochornoso desahucio, ni en el asedio africano de sus acreedores, ni cuando tenía un hijo muerto, sin monedas para la inhumación; ni en las horas en que la señora de Peláez deliraba en el fementido camastro, loca de tristeza y de hambre, jamás D. Amaranto hubo de faltar a la oficina! ¡Oh, brava alma que rima con el balduque, que armoniza con el papel de oficio, por estar tan bien templada en el fuego de las virtudes administrativas, bien mereces una estatua, con tus manguitos y tu gorro, sobre un pedestal de expedientes y de minutas!

Para esperar asedio, como esperábamos, no se acertó á dejar ir esta gente. Harto mejor fuera estivar las galeras, fragatas y barcos, y de toda la gente inútil y heridos inviarlos á Sicilia, y retener los sanos y gobernarlos de manera que se sustentaran para poder servir. Desta manera se aventuraban á salir las galeras y se deshacía de la gente que empachaba.

Raúl había decidido, después de un simulacro de asedio, dar inmediatamente el asalto, pero conoció que se trataba de un adversario temible, y esta dificultad inesperada estimuló su ingenio y su corazón. En amor sobre todo, los obstáculos dan más precio a la victoria. Como dice muy ingeniosamente Gondinet: «Sin la alondra, Romeo se hubiera dormido... y Julieta también

Lo cual renueva mis temores de ver cumplida también su otra visión profética sobre el asedio de Monteagudo. Pero no puedo creer que haya llegado hasta Salisbury una fuerza enemiga francesa ó escocesa bastante numerosa para atacar el castillo. Convoca á esa gente, Simón, y en marcha.

En el bullicio de la capital volvíase huraño, receloso y triste por la necesidad de defender su amor. Adivinaba el asedio oculto de los innumerables adoradores de Leonora. Una mañana saltó la artista de su lecho para ver al conde tendido en un diván, pálido, con la camisa ensangrentada, rodeado de varios señores vestidos de negro, que acababan de bajarle de un carruaje.

Me echo a la calle, contrato un carruaje para dentro de una hora, por verme libre del asedio de los cocheros, me guío por el estruendo, y de improviso, heme frente a la catarata. ¿Quedé absorto? No, no comprendí. Aquello es inmenso, inaudito.

Que tienes un rival temible. ¿En qué... plaza? Tienes razón, olvidaba tus muchas empresas.... Se trata de Obdulia. Hola, hola dijo Mesía, sonriendo de pura lástima ; ¿con que tiene usted en asedio a la viudita? dijo Paco es... el Gran Cerco de Viena. Joaquín, a pesar de lo flamenco, se turbó, entre avergonzado y hueco.

Habíais de oir las rimas que compuso describiendo combates, asaltos y salidas, y cuantos incidentes ocurrieron en el largo asedio de aquella plaza. Pero bastante hemos hablado y hora es de regresar al castillo. Reposad, comed y bebed con mis hombres de armas, que son gente de buena y alegre compañía. Venid, señora, si gustáis.