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Actualizado: 14 de julio de 2025


Hablaban a veces dos o tres a un tiempo, pero todos en voz baja que parecía dar más intimidad e interés a lo que se decían. Ana esquivaba unas veces las miradas de don Álvaro, que fumaba apoyando un codo muy cerca de los de Anita, también reclinada sobre el antepecho.

¡Qué escándalo! doña Camila cogió a Anita por la garganta y por poco la ahoga. Después dijo un refrán desvergonzado en que se insultaba a su madre y a ella, según comprendió mucho más tarde, porque entonces no entendía aquellas palabras. Doña Camila culpaba al hombre que le daba besos, de las picardías de la niña. le has abierto los ojos con tus imprudencias.

Pero al mes ya no se acordaba de don Álvaro; ni don Álvaro de Ana en cuanto llegó a Madrid. «¡Oh! el convento, el convento; ese era su recurso más natural y decoroso. El convento o el americano». El confesor de Anita, Ripamilán, oyó la proposición de la joven como quien oye llover.

, tiene usted cien veces razón decía ella yo necesito una palabra de amistad y de consejo muchos días que siento ese desabrimiento que me arranca todas las ideas buenas y sólo me deja la tristeza y la desesperación.... Oh, no, eso no, Anita; ¡la desesperación! ¡qué palabra! Ayer tarde, no puede usted figurarse cómo estaba yo. Muy aburrida, ¿verdad? ¿Las campanas?...

Gritaba la Marquesa, reía a carcajadas Obdulia, sonaba la voz gangosa de una hija del Barón... y atrás quedaba el ruido del wals que comenzaba. «¿A dónde la llevaban?». A cenar. A cenar, hija mía le dijo al oído Quintanar . ¡Y por Dios, Anita, que no se te ocurra negarte... sería un desaire!...

La chica se fijó en la intención del pellizco porque se había fijado en el tratamiento. ¡Le había llamado de ! Esté usted tranquila; no va con usted nada respondió don Álvaro... ya arrepentido de haber cedido al ruego tácito de Anita.

Yo entiendo la religión y la moral a mi manera; una manera muy sencilla... muy sencilla.... Me parece que la piedad no es un rompe-cabezas.... En suma, Anita ya sabe usted que ha escrito versos es un poco romántica. Eso no quita que sea una santa; pero quiere traer a la religión el romanticismo, y yo ¡guarda, Pablo! no me encuentro con fuerzas para librarla de ese peligro. A usted le será fácil».

Consultado Ripamilán, contestó: «Que entre un magistrado, que no es Presidente de Sala siquiera, y el Salvador del mundo, había mucha diferencia. ¿No confesaba Anita que le agradaba don Víctor? . Pues cada día le encontraría más gracia. Mientras que en el convento, la que empieza sin amor acaba desesperada».

La calumnia con que el aya había querido manchar para siempre la pureza virginal de Anita se fue desvaneciendo; el mundo se olvidó de semejante absurdo, y cuando la niña llegó a los catorce años ya nadie se acordaba de la grosera y cruel impostura, a no ser el aya, su hombre, que seguía esperando, y las tías de Vetusta. Pero se acordaba y mucho Ana misma.

¿Y aquella hija que tenía y también cantaba?... Se murió antes que su padre... Anita se ha quedado completamente sola. Cuando sucedió tu desgracia me preguntó con mucho interés por ti, y me hizo prometerle que te llevaría alguna noche por su casa... No es tertulia formal; nos reunimos solamente tres o cuatro amigos, de modo que puedes venir sin inconveniente.

Palabra del Dia

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