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Actualizado: 8 de junio de 2025


Y se sintió tan deliciosamente refrescado que olvidó no sólo los cuidados presentes, sino hasta los placeres pasados. Una luz nueva iluminó su espíritu; comparó de una sola ojeada sus antiguos amores, agitados y cenagosos como un charco, con la dulce limpidez de la felicidad legítima. Es la historia de todos los maridos jóvenes.

Sentían gran satisfacción y hasta orgullo ingiriendo en sus ocultos amores el recuerdo del famoso hidalgo. Ojeda, que era poeta, había decidido tomar aquella casa, para sus encuentros amorosos, sólo por la vecindad del convento.

El dolor y la desgracia la habían hecho temerosa. Muchas veces me dijo: «Rodolfo: nuestros amores no serán dichosos. Nací condenada al infortunio; nací condenada a padecer, y cuanto es para felicidad y ventura perece y se malogra.... ¿Me amas? ; pues dejarás de amarme. ¿Te amo?

Fuí esposo ayer presente; Hoy, ¿qué seré, si estoy de vos ausente? ¿Que os vais, hermosos ojos, Soles del mismo cielo? ¿Que dejáis vuestra tierra y vuestro amigo? ¿Qué de ausencia y enojos, Nubes del bajo suelo, Eclipsan vuestra luz, que adoro y sigo? ¿Que no hablaréis conmigo, Ni me diréis amores? ¿Que no podré tocaros? ¿Que ya no podré hallaros Entre estas aguas y olorosas flores? ¿Qué es esto, vida mía?

Entre tanto mi señora y su hija te declaran y apellidan Caballero del Azor, y te dan en testimonio de ello esa prenda. Concédate Dios, Caballero del Azor, la buena ventura en lides y amores que ellas y yo te deseamos.

En estos casos ya se clareaba Chisco un poco más, y le notaba yo el gozo con que saboreaba los «atragantos» de su rival, y hasta me pagaba el favor en una mirada dulzona, con su poco de guiñada. Y eso que estaba yo convencido de que llevaba la carga de sus amores con la misma acompasada parsimonia que las llevaba todas y me acompañaba a por los vericuetos y hondonadas de los montes.

No me engañe usted, Vizconde; ¿quiere usted como yo que estos últimos amores nuestros sean serios y constantes? No me basta con desear que sean para toda la vida; quiero que sean inmortales. Pues a fin de entrar solemnemente, y como en nueva era, en la inmortalidad de esos amores, vaya usted a mi casa el 20, a las cinco de la tarde. Estaré sola.

El espíritu errabundo, lleno de lozanos verdores, de Alfredo de Musset, flotaba sobre Francia, y la estrella del divino Hugo incendiaba el cielo del arte con resplandores inmortales; era como un florecimiento esplendoroso de juventud, el mocerío, deslumbrado por los magos del lirismo, sufría la sed exquisita de los amores caballerescos, de los viajes arriscados, de las aventuras extremadas y peregrinas.

Por todo lo cual, el nombre del majo sonaba en la casa del guarda como el de un amigo y á la vez como un protector. Soledad olvidó á Manolo en cuanto Velázquez depuso con ella la actitud paternal y principió á requebrarla de amores.

Buscar Calixto para tercera de sus amores a una empecatada bruja zurcidora de voluntades y maestra de mujeres de mal vivir, tiene algo de monstruoso que ni en el siglo XV ni en ningún siglo se comprende, no siendo Calixto vicioso y perverso y sintiéndose muy tierna y poéticamente enamorado.

Palabra del Dia

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