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Actualizado: 8 de junio de 2025
Allí se cuentan sus amores, se apunta al amante con el dedo, se ridiculiza al marido, se narra la última aventura con verdadera e íntima fruición; las lenguas, como otras tantas navajas de barba, no se contentan con afeitar; degüellan, ultiman, descarnando la honra como se descarna un cadáver en la sala de autopsias.
Señores pudo decir al cabo con voz temblorosa si un juramento solemne no me obligara a permanecer en el ostracismo que voluntariamente me impuse hace tantos años, o mejor dicho, que me impusieron el fanatismo y la injusticia, si eso no fuera, yo volvería con mil amores al seno de aquella sociedad de la que fuí fundador con otros seis o siete amigos. ¿Y cómo no, señores, si allí corrieron los mejores días, para mí, en pláticas provechosas y amenas con el elemento más culto de la población?
Pero, como suele decirse que un mal llama a otro, y que el fin de una desgracia suele ser principio de otra mayor, así me sucedió a mí, porque mi buen criado, hasta entonces fiel y seguro, así como me vio en esta soledad, incitado de su mesma bellaquería antes que de mi hermosura, quiso aprovecharse de la ocasión que, a su parecer, estos yermos le ofrecían; y, con poca vergüenza y menos temor de Dios ni respeto mío, me requirió de amores; y, viendo que yo con feas y justas palabras respondía a las desvergüenzas de sus propósitos, dejó aparte los ruegos, de quien primero pensó aprovecharse, y comenzó a usar de la fuerza.
Cuando alguna vez salía, andaba receloso y huido. Los amores de su hija se fueron haciendo más formales y cada vez más públicos. Temía las bromas. El miedo le hizo claudicar, adoptando un proceder doble y falso, indigno por completo de su carácter y antecedentes.
Volvió la hoja don Quijote y dijo: -Esto es prosa, y parece carta. ¿Carta misiva, señor? -preguntó Sancho. -En el principio no parece sino de amores -respondió don Quijote. -Pues lea vuestra merced alto -dijo Sancho-, que gusto mucho destas cosas de amores. -Que me place -dijo don Quijote.
Fué preciso poner término a esos amores que no eran del agrado de mi papá; pero le confieso a usted, Rodolfo, que le quise mucho, ¡mucho!... Se parece usted mucho a él. Cualquiera que los viese juntos diría que son hermanos. Una vez, acaso no lo recuerde usted, estaba yo tocando, pasó usted y se detuvo en la ventana.
Hay amores de levante, que entre huéspedes se tratan, que llegan presto al poniente, porque en el partirse acaban. El amor recién venido, que hoy llegó y se va mañana, las imágines no deja bien impresas en el alma. Pintura sobre pintura ni se muestra ni señala; y do hay primera belleza, la segunda no hace baza.
Apenas me vi libre del viejo Alain, que es de genio un poco noticiero, me puse á escribir el relato de este importante día, interrumpiéndome por intervalos para escuchar el murmullo bastante dulce del pequeño río que corre bajo mis ventanas, y el grito del tradicional mochuelo, que celebra en sus vecinos bosques sus tristes amores. 1.º de julio.
16 se enamoró de ellos viéndolos, y les envió mensajeros a la tierra de los caldeos. 17 Y entraron a ella los hombres de Babilonia a la cama de los amores, y la contaminaron con su fornicación; y ella también se contaminó con ellos, y su alma se hartó de ellos.
A los dos años de casado ya tuvo amores con una güena moza del Mercado, una carnicera. ¡Lo que yo sufrí al saberlo!... Pero ni una palabra de mi parte. El cree aún que no sé na. Luego, ¡cuántas ha tenío!
Palabra del Dia
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