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Actualizado: 23 de junio de 2025
Delaberge, cuyas funciones sedentarias le habían recluido en París tanto tiempo y que no conocía ya más verdores que los de las carpetas de la oficina, gozaba de esta fiesta primaveral en pleno bosque como se goza de un antiguo amigo otra vez hallado.
Mancebo, en los verdores de la edad, fuerte como un toro y laborioso como manso buey, salió de su patria el señor Joaquín, a quien entonces nombraban Joaquín a secas. Colocado en Madrid en la portería de un magnate que en León tiene solar, dedicose a corredor, agente de negocios y hombre de confianza de todos los honrados individuos de la maragatería.
Ya está viejo solía decir ; no digo que allá en sus verdores, cuando las costumbres estaban perdidas, gracias a la gloriosa... no digo que entonces no haya tenido alguna aventurilla.... Pero hoy por hoy, en el actual momento histórico el de Pernueces se crecía hablando de esto la moralidad de nuestras familias es el mejor escudo.
Con lo cual daba a entender, y era verdad, que él tenía los verdores en la lengua, y otros, no menos canónigos que él, en otra parte. Y no era de estos días el ser don Cayetano muy honesto en el orden aludido, sino que toda la vida había sido un boquirroto en tal materia, pero nada más que un boquirroto. Y esta era la traducción libre del verso de Marcial.
Aun los críticos que no hace mucho tiempo hablaban de los verdores de Pereda, y como que se resistían a considerar sus obras perfectamente maduras, se han rendido ante Pedro Sánchez, encontrando para ella un caudal de elogios que ciertamente no habían desperdiciado al juzgar Los hombres de pro o El sabor de la tierruca.
Ilang-ilang de los huertos filipinos a que el alma de mis cánticos se abraza; sé tú el árbol de verdores matutinos que perfume las tristezas de mi raza. Septiembre, 1909. Quedó sin nada en la mesa la inmaculada cuartilla, y yo me dí en pensar hondo pidiendo una maravilla a la luz chisporroteante de una candela amarilla de pena... Quedó sin nada la inmaculada cuartilla.
Ramillete de sainetes escogidos de los mejores ingenios de España: Zaragoza, 1672. Contiene entremeses de Alarcón, Calderón, etc. Rasgos del ocio en entremeses: Madrid, 1661. Verdores del Parnaso en diferentes bailes y mojigangas, escritos por D. Gil de Arnesto y Castro: Pamplona, 1697. Laurel de entremeses, repartido en diez y nueve.
Aunque no era posible distinguirle todavía al través de la densa niebla, se adivinaba que iba acercándose rápidamente, por las sordas trepidaciones que conmovían el suelo... El temblor asustadizo de las hojas y de las ramas que el tren movía a su paso, llenaba el bosque de un misterioso murmullo.. Pronto apareció la poderosa máquina como surgiendo súbitamente de la niebla, la fila serpenteante de los vagones se dibujó en negro sobre los húmedos verdores y, con gemidos casi humanos, se detuvo el tren en seco ante la humildísima estación.
Pensaba Emma, al verse renacer en aquellos pálidos verdores, que era ella una delicada planta de invernadero, y que el bestia de su marido y todos los demás bestias de la casa, querrían sacarla de su estufa y transplantarla al aire libre, en cuanto tuvieran noticia de tal renacimiento.
Ella lo hubiera sido a vivir en otra atmósfera. ¡Lo que habían visto aquellos ojos!». Y recordaba unas Aventuras de una cortesana, que había ella proyectado allá en sus verdores, ricos de experiencia. Tan general y viva fue la protesta del gran mundo de Vetusta contra los conatos literarios de Ana, que ella misma se creyó en ridículo y engañada por la vanidad.
Palabra del Dia
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