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Actualizado: 30 de junio de 2025
LA CHOUTE. ¡Oh! ¡Lo que es tú...! ¡Duermes con todo el mundo...! BEAUVALLON. ¡Es verdad...! Pero a ti estuve a punto de amarte...! ¡Nada de guasa...! ¡Cuando desapareciste sentí algo parecido a un disgusto...! En primer lugar, tú eras más linda y más joven que las otras... Tenías solamente veintitrés años... LA CHOUTE. ¡Veintidós...!
No encones más mi endurecida llaga; si aún amas a Leonor, huye, te ruego; libértame de ti. MANRIQUE. ¡Que huya me dices!... ¡Yo, que sé que me amas! LEONOR. No, no creas... no puedo amarte yo... si te lo he dicho, si perjuro mi labio te engañaba, ¿lo pudiste creer?... Yo lo decía, pero mi corazón... te idolatraba. MANRIQUE. ¡Encanto celestial! Tanta ventura puedo apenas creer.
Sé tú mi redentora; disipa esas tinieblas que suelen nublar mi alma, y torna en plácida aurora las noches de mi espíritu. «Tienes razón: la vida es amable; debo amar la vida como un don del cielo; debo amarla para hacer el bien, y... ¡para amarte mucho, mucho, como tú mereces ser amada! «¿Me dices que las margaritas de los maizales te han dicho que te amo?
Yo... te amaba como dices, con el deseo antes de hoy: te amé de ese modo desde el punto en que te vi... Pero desde hoy, Dorotea, te amo con un amor que no puede confundirse con nada, porque tu amor me ha obligado á amarte; tú me has procurado la libertad, y con la libertad la vida, no sé á precio de qué sacrificio; has podido satisfacer tus celos, vengarlos, diciendo á mi mujer: «tú, su esposa; tú, la dama hermosísima, noble, rica, favorita de la reina, no has podido salvarle; y yo, la cómica, yo, su querida, le he salvado»; y tú no has hecho eso, Dorotea; tú has sufrido tu despecho, tu desesperación, y has hecho llegar por las manos del rey á mi mujer la orden que me ponía en libertad; tú sabías que yo libre había de partir de Madrid y, sin embargo, la libertad me has dado; ¿cómo quieres que no te ame, á no ser que creas que soy un miserable?
Si te conformas con eso, hoy, mañana, cuando quieras, cuando cambie tu suerte, o en cualquier tiempo, que yo a todo me avengo y no busco riquezas ni lujos, y sólo vivo para amarte, dame tu nombre, seré tu esposa, y viviremos felices. ¿No es cierto, mi Rorró, que basta muy poco para que dos que se aman como nosotros sean dichosos?
Amparo, hija mía la dije tu gran corazón te atormenta: ¡crees que he hecho un sacrificio inmenso... que te he sacrificado mi libertad! no... te engañas: estoy muerto para el amor, para ese amor ardiente que nos embriaga y nos arroja a los pies de una mujer... no, hija mía, no; eres demasiado pura para que mi corazón, gastado ya, pueda amarte más que con ese otro amor desinteresado de la amistad; si no hubieras pretendido entrar en un convento, yo... nada te hubiera propuesto: te hubiera tratado como un hermano y nada más: el día en que te hubieras casado con un hombre de tu elección hubiera sido completamente feliz.
Hermosa, morena, como enajenada, cantaba: Ni debo amarte ni olvidarte puedo, y hondo dolor mi corazón destroza. ¡Contigo, el crimen, y sin ti, la muerte! Lejos de ti, todo en mi vida es sombra. Aunque maldigo mi pasión insana, me complazco en sus cuitas deliciosas. Ni quiero amarte ni olvidarte puedo. ¡Malhaya el lazo!; pero ¿quién lo corta?
Dile a doña Pepilla que si tiene entre manos alguna obra grande, que me mande los avíos; que yo la ayudaré aquí; que tengo mucho gusto en ayudarla; que me sobra tiempo y puedo emplearlo en eso. Dime lo que haces, y en qué pasas el tiempo cuando sales del escritorio; dime si piensas en mí; si te acuerdas de tu Linilla que te quiere mucho, mucho, mucho, y sólo vive para amarte. ¡Adiós! Angelina.
La codicia, sí, la codicia, porque sólo ella me podía hablar de ese modo, me decía: «¿Dices que Gabriela ama a otro, que vive pensando en otro, que no puede amarte? ¡Ten paciencia, ten calma, que no todo ha de ir tan de prisa como tú quieres!
LEONOR. ¡El es; y desea morir cuando su vida es mi vida! ¡Si así me viera afligida por él al cielo pedir!... MANRIQUE, dentro. No llores si a saber llegas que me matan por traidor, que el amarte es mi delito, y en el amor no hay baldón. ¡Ay! Adiós, Leonor, Leonor. LEONOR. ¡Que no llore yo, cruel! No sabe cuánto le quiero. ¡Que no llore, cuando muero en mi juventud por él!
Palabra del Dia
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