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Manifiéstese la cica; y si se encubre por no pagar los derechos, yo le daré enteramente lo que le toca, y pondré lo demás de mi casa, porque en todas maneras ha de ir contento el alguacil.

RAZONTE. Por ti he derramado lágrimas bajo formas infinitas; he sido tigre, zorro, oso, ave de rapiña, alguacil, y por último, me alojé en el cuerpo de Razonte.

Pensó bien en todo, interrogó a su corazón-, y su corazón le respondió que estaba perdidamente enamorado de la muchacha. Llamó en seguida al alguacil y pregonero, que le servía al mismo tiempo de criado y ayuda de cámara, y le encargó que al día siguiente, y muy de mañana, llevase aquel pliego cerrado a Juana la Larga y se lo entregase en mano propia.

Ni faltó entre ellos quien reconoció esta verdad, improperando al vano profeta Valls, la estólida vanidad de su esperanza, infiriendo de ahí la locura de su error en pensar que era del gusto de Dios su falsa creencia, pues en vez de un Angel que los librara les había enviado un Alguacil que los prendiera.

Cabildo, Justicia y Regimiento, á saber; D. Juan José de Lezica y D. Martin Gregorio Yaniz, Alcaldes ordinarios de primero y segundo voto; Regidores D. Manuel Mancilla, Alguacil Mayor, D. Manuel José de Ocampo, D. Juan de Llano, D. Jaime Nadal y Guarda, D. Andres Dominguez, D. Tomas Manuel de Anchorena, D. Santiago Gutierrez, y el Dr.

Cuando al día siguiente se despertó el madrileño, su primer recuerdo fué para el aldeano; y, en su consecuencia, la primera pregunta á su amigo, en estos términos: ¿Le entregaron el dinero? No contestó el mayorazgo. Caramba, lo siento mucho.... Bah..., no te apures ... y, por de pronto, lee este papelito que me ha entregado para ti el alguacil del concejo.

Dió comision el consejo supremo á un primer mandarín para que me arrestara; el qual mandó á un alguacil, que tenia á sus órdenes quatro corchetes, que me prendiesen, y me atasen con toda ceremonia. Conduxéronme, despues de ciento y quarenta genuflexîones, ante Su Magestad, que me preguntó si era yo espía del Papa, y si era cierto que hubiese de venir este príncipe en persona á destronarle.

¡Oh! basta, vecinas, basta, murmuró la más joven de las circunstantes, hablad de modo que no os oiga. ¡No hay una sola puntada en el bordado de esa letra que no la haya sentido en su corazón! El sombrío alguacil hizo en este momento una señal con su vara. Buena gente, haced plaza; ¡haced plaza en nombre del Rey! exclamó.

¡Ah! ¡el alguacil Agustín de Avila! exclamó el bufón, y pasó por sus ojos un relámpago de muerte. Pero de repente apretó de nuevo á correr, exclamando: Lo otro es primero... la reina... ¡Dios mío! Y entró en el patio del alcázar. Allí, de una manera involuntaria, superior á su resistencia, se detuvo de nuevo, y miró á una torre almenada que se veía por cima de las galerías en un ángulo del patio.

Cristóbal Colón, capitán de Sus Altezas. Juan de la Cosa, maestre, de Santoña. Sancho Ruiz, piloto. Alonso Pérez Roldán, piloto. Maestre Alonso, físico, de Moguer. Maestre Diego, contramaestre. Rodrigo Sánchez de Segovia, veedor. Pedro Gutiérrez, repostero de estradas del Rey. Rodrigo de Escobedo, escribano de la Armada. Diego de Arana, alguacil mayor, de Córdoba. Diego Lorenzo, alguacil.