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Actualizado: 26 de mayo de 2025
No lo sé yo eso; que no traigo orden más que de sacaros de aquí, y hágame vuesa merced la gracia de no preguntarme más, porque tendré el dolor de no poderle responder. ¿Adolecedor sois? Pues con alguacil no trato; hombre de bien tengo al canto; hidalgo barrunto; huélgome de ello, que siempre es bueno, aun en lo más malo, al dar con gente bien criada.
Y como no se hallaba bien en tan estrecho recinto y anhelaba ancho espacio por donde tender la mirada, y para techumbre toda la bóveda del cielo, determinó salir, no sólo de la casa, sino también de la población, e irse sin rumbo ni propósito, a la ventura, pero lejos de los hombres y por los sitios más esquivos y solitarios. Se fue sin que despertasen ni le viesen el alguacil y su mujer.
Aquí está la declaración de un paje de vuecencia llamado Gonzalo Pereda, por la que consta, que el cocinero mayor del rey le mandó servir de cenar en la misma casa de vuecencia á un su sobrino, á quien llamó Juan Montiño. ¿De modo que ese Juan Montiño y don Francisco de Quevedo y Villegas son amigos? dijo el duque. El alguacil se calló. Dadme esas diligencias dijo el duque.
Ellos me preguntaron por él, y díjeles que no sabía adónde estaba, y que tampoco había vuelto a casa desde que salió a trocar la pieza, y que pensaba que de mí y de ellos se había ido con el trueco. De que esto me oyeron, van por un alguacil y un escribano.
Casilda, que está adentro, en la cocina, os dará razón, señor Montiño. Yo no puedo marcharme de aquí. Como veis, estoy dando limosna por su alma. Dejad pasar á ese hidalgo, señor Casimiro Trompeta; es de la casa dijo Pedro al alguacil que aún tenía asido á Montiño.
Entonces el Marqués , metiendo las manos en los chapines, dijo: ¿Por qué hemos de consentir que no contradiga el Duque que lleve preso un alguacil a un pobrete como el Cojuelo? ¡Por vida de la Marquesa que no lo ha de llevar!
Y con esto y no tener ya nada que ponerme salvo la daga y la espada que me han quitado, recibid mi agradecimiento, alguacil desalguacilado, y vamos, que el moverme me hará provecho. Acercad y asíos de mi capa. Téngoos ya. Pues marchemos, y silencio. Silencio y marchemos.
Sentáronse los siete jueces en el viejo sofá; corrió de todos los lados de la plaza la gente huertana para aglomerarse en torno á la verja, estrujando sus cuerpos sudorosos, que olían á paja y lana burda, y el alguacil se colocó, rígido y majestuoso, junto al mástil rematado por un gancho de bronce, símbolo de la acuática justicia.
Esta sordera fingida, de la cual toma su título la obra, da ocasión á las escenas más graciosas. Don Diego induce después á un primo suyo, llamado Don Juan, á disfrazarse de alguacil y acusar á Don Fadrique de un delito supuesto.
Dejadme primero que cierre, que con la alegría de veros, de cerrar la puerta me he olvidado; y con que pase un alguacil y lo vea, multa tendremos, y no estamos para esos lujos, que los tiempos andan muy magros.
Palabra del Dia
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