United States or Pakistan ? Vote for the TOP Country of the Week !


En las naciones extranjeras abundan los escritores desapasionados y juiciosos, de quienes no podemos quejarnos; pero no escasean tampoco los escritores violentos, ciegos de furor, fanáticos con el fanatismo que hoy se estila, y tan acérrimos enemigos de España, que no hay crimen, maldad é infamia que no atribuyan á nuestra nación, infiriendo de ahí que la postración y decadencia en que hoy estamos es un justo castigo de Dios, y, si no cree en Dios el que de esta suerte quiere requebrarnos, una ineludible consecuencia de las leyes fatales, impuestas no se sabe por quién, que dirigen y ordenan la marcha de la humanidad á través de los siglos.

Por esta falta de conocimiento en lo tocante á la esencia de las cosas, nos vemos con frecuencia precisados á conjeturar su dependencia por solo su coexistencia ó sucesion; infiriendo que la una depende de la otra, porque algunas ó muchas veces existen juntas, ó porque esta viene en pos de aquella.

Con semejante nueva se conmovió todo el pueblo, y al mismo punto se encendió en rabia y furor contra cualquiera que maquinase algo en daño de la religión; pero no el Mapono, que argumentando é infiriendo cuán grande hombre y mayor que sus dioses debía ser aquél á quien sus dioses temían, les respondió con voz y ademán de enojado: «Si este forastero es vuestro enemigo ¿porqué vosotros le dejáis el paso franco? ¿Por qué no le echáis del mundo, ó á lo menos tan lejos de aquí, que no se ponga á riesgo vuestra reputación? ¿Es este vuestro poder?

Penetra de noche hasta el centro de la ciudad enemiga, y después de realizar su propósito, regresa ileso á Santa Fe. Al día siguiente observan los moros admirados el palladium de los cristianos en la puerta de la mezquita, y Tarfe jura vengar esta afrenta infiriendo otra mayor á sus enemigos.

Muchachos cerriles que aspiraban á ser mancebos en las barberías de la ciudad hacían allí sus primeras armas; y mientras se amaestraban infiriendo cortes ó poblando las cabezas da trasquilones y peladuras, el amo daba conversación á los parroquianos sentados en el banco del paseo, ó leía en alta voz un periódico á este auditorio, que, con la quijada en ambas manos, escuchaba impasible.

Ni faltó entre ellos quien reconoció esta verdad, improperando al vano profeta Valls, la estólida vanidad de su esperanza, infiriendo de ahí la locura de su error en pensar que era del gusto de Dios su falsa creencia, pues en vez de un Angel que los librara les había enviado un Alguacil que los prendiera.