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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Al ver ante sí la multitud de puertas que abrían paso á otras tantas comunicaciones del alcázar, hubo forzosamente de detenerse y de buscar entre los que entraban y salían á alguno de la servidumbre interior que le guiase hasta las regiones de la cocina, y al fin se dirigió á un enorme lacayo que le deparó su buena suerte. ¿Por dónde voy bien á la cocina, amigo? preguntó nuestro joven.
Orfeo regresa en la negra barca, en cuyo mástil descansa una cruz, y canta: .....Abrid, Confusas obscuridades, Las aldabas y cerrojos De vuestra lóbrega cárcel. Acompañado de los vítores de los rescatados, las dos embarcaciones se dirigen en triunfo al Alcázar de la paz eterna.
Si se había sonreído cuando besó un guante que le cayera; si se estaba al balcón a la hora que él pasaba; si le echaba miradas largas, intencionadas; si le había concedido dos rigodones y una polca en el último baile del Alcázar.
No volverán». Al decir esto, un terrible chasquido sonó bajo nuestros pies en lo profundo del sollado de proa, ya enteramente anegado. El alcázar se inclinó violentamente de un lado, y fue preciso que nos agarráramos fuertemente a la base de un molinete para no caer al agua. El piso nos faltaba; el último resto del Rayo iba a ser tragado por las olas.
Un vasto patio, rodeado de viejos muros, da acceso al Alcázar, cuya primorosa fachada, de una construccion sencilla pero cuajada de relieves ó arabescos, anuncia con esplendor las bellezas interiores. Todo el edificio se reduce á dos series de vastos salones ó aposentos, generalmente cuadrados y superpuestos en dos pisos.
Ella es la que recibe su postrer suspiro, ella la que con solícita ternura baña y lava su cuerpo, ella la que le amortaja en siete blancos y finísimos lienzos, ungiéndole con preciosos aromas la frente, las manos, los piés y las rodillas, ella, en fin, la que, asistida de sus esclavas, le deposita en su lecho mortuorio . Allí yace, en una de las estancias de su alcázar, cubierto con las mismas blancas vestiduras que son el distintivo de su preclaro linage, el sabio, el virtuoso, el victorioso, el afamado Abde-r-rahman, llorado por sus mugeres, sus hijos, sus consejeros, sus oficiales, sus protegidos, sus soldados, sus servidores y esclavos, por todos los que ayer le cercaban respetuosos mostrándole en sus labios la sonrisa del afecto ó de la lisonja.
Sin dejar de tener la gravedad de la magnitud, el aire espléndido de la grandeza, la magnificencia liberal de la pompa, encontramos en ese alcázar algo festivo, algo risueño, algo popular. Es un noble, un magnate, un monarca, que sin dejar de ser monarca, magnate ó noble, tiene algo del antiguo preboste de los mercaderes.
Señor Francisco, yo digo lo que me dicen. Pues vamos allá exclamó Montiño con una resolución heroica. Subieron por la escalerilla de las Meninas, atravesaron parte del alcázar, y al fin el rodrigón abrió una puerta, hizo atravesar á Francisco Montiño una antesala y le introdujo en una sala. En ella, sentada junto á la vidriera de un balcón, estaba la hermosa doña Clara.
Entretanto el caserío tomaba, con la hora, desolada blancura de huesos en el yermo, y toda la ciudad, mirada a distancia, a través de la vibradora penumbra, parecía una ciudad de otro mundo, una ciudad fuera de la vida y del tiempo, mística y anhelosa como los salmos. En la parte más elevada, sobresalía el Alcázar bañado en melancólico reflejo crepuscular.
Tristán hizo que se trajeran tres rifles más para Old Sam, Allen y el joven grumete, y, a la luz de una literna que llevaba Tommy, nos lanzamos los nueve a pacificar el barco. Toda la parte de la cubierta entre el alcázar de popa y el castillo de proa estaba llena de celestes, revueltos unos con otros.
Palabra del Dia
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