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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Este último historiador cuenta varias anécdotas curiosas de la galanteria de Al-ghazal en las cortes que recorrió. Mas adelante se hablará de este singular personage, insigne músico de la Iraca, á quien tuvo el rey hospedado en su propio alcázar, colmándole de agasajos y liberalidades.
Hubo banquete y bayle en la ALJAFERIA, y al dia siguiente iguales funciones en este alcázar. La 4.ª y última Reina que se coronó, fué Doña Leonor esposa de D. Fernando 1.º el Honesto, dos dias despues que éste, á saber, el miércoles 14 de febrero de 1414.
Llévanle por las calles principales hácia el barrio de los cristianos, en cuyas iglesias le presentarán para escarmiento á la conturbada y casi dispersa grey de Jesus, despues de lo cual será encarcelado hasta que le llegue la hora de volver á la plaza del alcázar á recibir la muerte.
Ora ligeramente recostado en uno de esos árboles sobre cuyos ramages han sacudido su manto de nieblas mas de cuatro siglos, ora entre los escombros de ese viejo alcázar que va desmoronando el tiempo, he recordado con la cabeza sobre el pecho la historia y las tradiciones de Granada; y al levantar la frente he mirado aun con mayor interes esa naturaleza que desplegaba á mi alrededor tanta riqueza y hermosura.
Se me ha subido el almuerzo á la cabeza. ¡Ah! diablos; ¿y os habéis salido á tomar por estas calles un baño de pies? No; no, señor: me he ido al alcázar. ¿Y qué teníais vos que hacer en el alcázar? ¡Qué! ¿qué se yo? buscaba al cocinero de su majestad. ¿Y le habéis habido? Sólo he habido á su mujer. El cocinero se ha perdido. Pobre Montiño: le ha salido un sobrino que le trae de cabeza.
Sí por cierto: he reñido con un palafrenero del rey; he conocido á dos grandes señores; me he perdido en el alcázar... ¡Ah! ¡os habéis perdido... en el alcázar...! ¿y qué aventura os ha sucedido al perderos? ¡Perderme! exclamó el joven, y suspiró porque se acordó de la hermosura de la dama de la galería.
El padre Aliaga salió del alcázar inmediatamente después de haberse turbado de una manera tan extraña, por el tío Manolillo, el almuerzo de la reina. El confesor del rey estaba aturdido con lo que le acontecía. El bufón había llegado á hacerse para él un gigante. Aquel hombre había leído en su alma. Aquel hombre había visto su fondo tenebroso.
Pero tío Manolillo, vamos á cuentas: ¿vos sois el bufón del rey, ó el mochuelo del alcázar? De todo tengo. Siempre me han salido al paso los enredos. Como á mí. Si ya os lo dije: nos parecemos mucho.
La Reina acabó por enfadarse de encontrarlos siempre a su paso cuando salía del alcázar e iba a cualquiera parte. El temor de que sobreviniese un conflicto aumentaba su enfado. La Reina volvió entonces a reprender a doña Sol y esta alegó que ya no tenía culpa.
Ni aun entonces se apartó su vista de los barcos ingleses ni de los movimientos de nuestra artillería; y el imponente aspecto del alcázar y toldilla, donde agonizaban sus amigos y subalternos, no conmovió su pecho varonil ni quebrantó su enérgica resolución de sostener el fuego hasta perecer. ¡Ah!, recordando yo después la serenidad y estoicismo de D. Francisco Javier Uriarte, he podido comprender todo lo que nos cuentan de los heroicos capitanes de la antigüedad.
Palabra del Dia
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