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Actualizado: 2 de junio de 2025
La conmoción del choque llegaba a todos lados, sin exceptuar las fieras montañas que cercaban a los Pazos de Ulloa. También allí se politiqueaba.
Los mismos que codiciaban su hermosura la cercaban reverentes. Hasta el poeta Arturo dejó de acercarse demasiado y se contentó con doblar los lentes para verla mejor. De contemplar esto nacían las emociones agradables de don Braulio. Aquella mujer tan admirada y codiciada era suya.
Persuadieron á Rocafort, los que trataban del concierto, que remitiese su justicia, y su derecho en lo que determinasen los doce consejeros del ejército, poniéndole delante los incovenientes grandes si el negocio llegaba á rompimiento; porque aunque se degollase todo el vando de Berenguer, no pudiera ser sin gran pérdida suya, y que después quedarian sin fuerzas para resistir tantos enemigos como por todas partes la cercaban; que no eran tiempos aquellos que por intereses particulares fuese reputacion el venir á las armas, de donde se podria seguir el perderla toda la nacion; que ganaria mas gloria en ceder el derecho que pretendia, que si venciera á Berenguer.
Los sacerdotes aztecas abrían el pecho de sus víctimas y arrancábanles el corazón, palpitante aún, para ofrecerlo al terrible Huichilobos, que presidía el Cu mayor... Constantemente se oía el rumor de la pelea y arroyos de sangre por todos lados me cercaban... Retumbó en mis oídos el «triste sonido» del tambor que, según Bernal Díaz, podía oírse a dos leguas de distancia, y desperté excitado.
Volvió a su silla y cogió el libro, sonriendo con una alegría forzada. ¡Grita, buen hombre! ¡chilla, aúca! Lo siento por ti, que puedes constiparte al fresco, mientras yo estoy tranquilo en mi casa. Pero esta conformidad burlona sólo era aparente. Volvió a sonar el aullido, ya no al pie de la escalera, sino algo más lejos, tal vez entre los tamariscos que cercaban la torre.
Su arrogante talle habíase reducido; las seductoras curvas de su busto y espaldas estaban quebradas o perdidas; el brazo, antes lleno de plasticidad, encogíase en su manga, y los brazaletes de oro que cercaban sus níveas muñecas casi se le escurrieron de las manos, cuando sus largos y huesosos dedos sacudieron convulsivamente las manos de Juan.
Cercaban el castillo como una ronda de peonzas gigantescas y negras, pero ninguna se salía del ordenado corro osando adelantarse hasta tocar el edificio. Don Marcelo seguía mirando la bandera. «Es una traición», repitió mentalmente. Pero al mismo tiempo la aceptaba por egoísmo, viendo en ella una defensa de su propiedad.
Otro, menos profundo y amigo de explicar las cosas por lo natural y fácil, contradijo a sus compañeros, y probó lindamente, en un discurso de dos horas y media, que la tragedia la había motivado sin duda alguna la presencia de algún tremendo salteador que, burlando la vigilancia de los guardias y venciendo los obstáculos que cercaban la real estancia y sus jardines, había venido a despojar a la sultana del inestimable collar que llevaba en la garganta.
Ella es la que recibe su postrer suspiro, ella la que con solícita ternura baña y lava su cuerpo, ella la que le amortaja en siete blancos y finísimos lienzos, ungiéndole con preciosos aromas la frente, las manos, los piés y las rodillas, ella, en fin, la que, asistida de sus esclavas, le deposita en su lecho mortuorio . Allí yace, en una de las estancias de su alcázar, cubierto con las mismas blancas vestiduras que son el distintivo de su preclaro linage, el sabio, el virtuoso, el victorioso, el afamado Abde-r-rahman, llorado por sus mugeres, sus hijos, sus consejeros, sus oficiales, sus protegidos, sus soldados, sus servidores y esclavos, por todos los que ayer le cercaban respetuosos mostrándole en sus labios la sonrisa del afecto ó de la lisonja.
Debajo de ellos, á los cuarenta ó cincuenta pasos, las olas de leche y rosa cercaban la Peña y la batían dulcemente con su hálito sutil. Nadie imaginara que dentro de ellas, allá en el fondo, dormían las aguas tristes y pesadas del lago Ausente su eterno sueño inalterable.
Palabra del Dia
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